TEtn Cáceres hay un bar al que le tengo mucho cariño. En los años 60 mis padres me llevaban allí después de misa de doce en la parroquia de San Pedro de Alcántara, que en aquellos tiempos casi prehistóricos estaba en un local junto a la plaza de abastos de ronda del Carmen. Se trataba del bar Leoncio, que aún existe en Reyes Huertas, donde a cada hermano nos tocaba un sorbo de Mirinda y media anilla de calamar. El bar Leoncio pasó por diversos dueños y en los años 80 lo cogió un señor llamado Luis que era todo un personaje. Había sido futbolista y boxeador y un buen día, se supo que se había casado con una bella muchacha dominicana que acababa de desembarcar en Cáceres trayéndose a sus tres hijas mulatas de nombres nunca oídos en la ciudad: Leny, Coni y Fifí.

Las tres muchachas eran muy simpáticas y enseguida entablaron amistad con los jóvenes más activos de aquella Cáceres de los 80 llena de conciertos, movidas, fanzines y diversión. Luis y su esposa tuvieron otros dos hijos: Luisito y Chichí. En cambio, Coni, una de las hijas, decidió volver a la República Dominicana. Quien se quedó aquí para siempre y ha acabado convirtiéndose en un símbolo no ya de Cáceres, sino de la Extremadura más divertida e iconoclasta, es Fifí, o sea, Conchita Miranda, actriz principal y santo y seña del grupo teatral Labotika , que acaba de estrenar su última producción, Poderosa Saba de Francisco Acedo. Y es que los calamares del Leoncio eran más nutritivos que el pelargón. Si lo dudan, acudan a ver la actuación de Poderosa Conchita.