El futuro de un bebé británico en estado crítico, aquejado de una dolencia incurable, ha desatado un debate internacional en el que han mediado hasta el momento, el Papa, el presidente de EEUU, Donald Trump, la primera ministra británica, Teresa May, y 350.000 firmantes de una petición exigiendo que el enfermo sea tratado en el extranjero. Una batalla en la que de un lado están los padres, Connie Yates y Chris Gard, «viviendo un infierno», como ellos mismos afirman con el corazón desgarrado. Su obsesión es mantener con vida a su hijo, en contra de opiniones científicas y sentencias legales.

De otro están los médicos, pidiendo que se eviten más sufrimientos inútiles a un pobre bebé, víctima de una cruel deficiencia, que le ha causado daños irreparables. Charlie Gard, de once meses, se encuentra internado en estado crítico desde el pasado mes de octubre en el hospital Great Ormond de Londres, el centro pediátrico más prestigioso del Reino Unido.

Charlie no puede oír, ver, llorar, o tragar, no puede moverse, ni respirar sin ventilación artificial. Su cerebro ha dejado de crecer y solo gracias a las máquinas a las que está conectado sigue en este mundo. El pequeño sufre de una rara enfermedad genética que afecta a las células responsables de producir energía, un síndrome que causa una debilidad progresiva a los músculos. Los médicos que le atienden creen que nada más se puede hacer por él y no se debe prolongar su sufrimiento «injustificadamente». Los padres en cambio quieren llevarse al niño a un hospital de Estados Unidos, para someterle a un tratamiento experimental, que aún no se ha probado en seres humanos, ni en animales y del que han ofrecido pocos detalles.

CARNE DE NUESTRA CARNE / «Es nuestro hijo, carne de nuestra carne y de nuestra sangre. Creemos que deberíamos tener el derecho, como padres, a decidir el darle una oportunidad de vivir», declaró Connie. La justicia inglesa dio, sin embargo, la razón a los médicos y prohibió el viaje del bebé al extranjero. Cuatro tribunales diferentes han llegado a la conclusión de que el niño debe morir con dignidad, incluido el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Cuando todas las puertas parecían haberse cerrado para los padres de Charlie, entró en juego el Vaticano y la Casa Blanca apoyándoles. Ambos ofrecían ayuda para acoger al bebé desahuciado.

Una interferencia que causó malestar entre las autoridades británicas. Theresa May evocó en el parlamento la disposición del Great Ormond Hospital a «considerar cualquier oferta y nueva información» que pueda ser de ayuda para «un niño desesperadamente enfermo». El ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson declinó oficialmente la invitación del hospital Niño Jesús en la Santa Sede.

Ante tanta presión, el caso volvió a reabrirse ayer en el Tribunal Superior de Londres. El juez está dispuesto a examinar cualquier nueva prueba sobre ese tratamiento experimental y sus supuestos beneficios. Los médicos aseguran que no existe tal prueba, los padres sostienen lo contrario. La nueva sentencia se espera para el jueves, a medida que crece el enfrentamiento en esta disputa ética y moral entre quienes defienden lo que creen mejor para Charlie.