El Papa se asomó ayer de nuevo a la ventana de su despacho para saludar, con un ramo de olivo en las manos, a los fieles que se encontraban en la plaza de San Pedro del Vaticano, donde habían seguido la solemne misa del Domingo de Ramos, que por primera vez en el actual pontificado no fue oficiada por el Papa, sino por el cardenal vicario de Roma, Camillo Ruini.

Durante la breve aparición, hizo un gesto no habitual, cuando en un momento dio con el ramo que llevaba contra el atril en el que antes acostumbraba a apoyar las páginas del texto que leía a los peregrinos. Mientras, pasó una mano por su cara.

Según algunos se trató de un intento de protegerse del sol deslumbrante. Aunque para otros, fue la expresión de una persona contrariada por no poder responder a las insistentes llamadas de los numerosos y entusiasmados jóvenes que desde abajo le vitoreaban. Quienes conocen la personalidad del Pontífice, que desde que fue elegido hace 26 años ha transformado sus apariciones en público en un acontecimiento mediático, apoyan la segunda interpretación.

A LA JUVENTUD En el mensaje papal, leído por monseñor Leonardo Sandri, tercera jerarquía del Vaticano, Juan Pablo II instó a los jóvenes a "ser testimonio de la cruz" en todo el mundo, y les recordó la próxima cita de la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Colonia en agosto.

Al contrario de otras ocasiones, el mensaje no terminó con un "Arrivederci a Colonia", la frase habitual con la que el Papa emplaza a los jóvenes en el lugar de la cita. En ese sentido, no ha sido ni descartado ni confirmado un eventual viaje del Pontífice a Colonia, ya que en el Vaticano se vive día a día la nueva e inédita situación.

Cumplirá 85 años en mayo y hace exactamente una semana fue dado de alta médica por los sanitarios del policlínico Gemelli, donde le practicaron una traqueotomía. Era su segunda hospitalización en un mes, debida a graves crisis respiratorias provocadas por una incapacidad de expulsar autónomamente el catarro de una gripe.

El Parkinson que sufre desde hace años, y que ha alcanzado ya su garganta, obligó los médicos a introducirle una cánula en el cuello con la que respira con más soltura. Desde el pasado domingo, sigue también una estricta convalecencia y se ignora si podrá participar directamente en los ritos previstos de la Semana Santa. Ayer siguió la misa a través de la televisión.