La decisión de rehabilitar a los cuatro obispos ordenados por el arzobispo tradicionalista suizo Marcel Lefebvre, que en 1988 protagonizó un cisma en el seno de la Iglesia católica, le está pasando un abultada factura al Papa alemán. Las declaraciones de uno de los cuatro prelados a los que Ratzinger ha levantado la excomunión, el británico Richard Williamson, que ha asegurado públicamente que el holocausto no existió, ha provocado que el nivel de popularidad del Pontífice caiga bruscamente en su patria.

Un encuesta difundida ayer por el instituto demoscópico Infratest asegura que, cuatro años atrás, cuando se convirtió en el sucesor de Juan Pablo II, el 68% de los ciudadanos alemanes se declaraban contentos o sumamente satisfechos con el Papa alemán, un porcentaje que, tras lo ocurrido en los últimos días, ha descendido hasta el 42%.

El temporal desatado por la decisión de Ratzinger no tiene visos de amainar. Williamson no ha realizado ningún gesto que permita aventurar que va a rectificar, como le exige el Vaticano, actitud que alimenta la fractura entre la comunidad judía y la Santa Sede.