TTtVE va a llevar a Préstame tu vida a una modelo de Villafranca de los Barros y estoy encantado porque así parcheamos el grave problema de nuestra identidad colectiva menoscabada. Ahora, en el resto de España pensarán que en Extremadura todos los hombres son porquerizos homófobos y todas las mujeres son top models. Este matrimonio entre lo recio y lo etéreo me parece la utopía perfecta del mañana extremeño. A lo que no acabo de verle solución es a lo del estancamiento de Mérida. Resulta que la capital se ha convertido en una ciudad despertador: miles de extremeños pernoctan en las capitales de la región, dormitan en un autobús, sestean en un despacho y despiertan, definitivamente, a eso de las 10 ante el café con migas de la churrería Emérita Augusta. Pero a las tres, vuelta al autobús y hasta el desayuno siguiente. Con este panorama, es natural que en los últimos diez años Cáceres y Badajoz crezcan el 12% y Mérida se quede quieta.

Desde lejos, la imagen que se tiene de Mérida es la de una ciudad crispada. Cáceres es la ciudad feliz, Badajoz, la ciudad peleona que aprovecha su circunstancia fronteriza para resurgir una y otra vez de las cenizas, pero Mérida comunica perplejidad diacrónica, como si a lo largo de los siglos no hubiera sido capaz de resolver las contradicciones entre el pasado y el presente, y agitación sincrónica, como si la actualidad fuera continuamente sobrepasada por las tiranteces políticas y el consenso social fuera tan utópico como casar a la modelo de Villafranca con el porquerizo de Alburquerque.