La incompatibilidad sanguínea entre el donante y el receptor de un órgano ha dejado de ser un factor insalvable que impide ese intercambio quirúrgico. El Clínic, de Barcelona, ha realizado con éxito dos trasplantes de riñón en los que los receptores rechazaban todos los grupos sanguíneos, incluido el suyo, lo que los obligaba a dializar la sangre (desintoxicarla externamente por insuficiencia renal) el resto de su vida. Son los primeros trasplantes con sangre incompatible que se hacen en España.

Antes de afrontar las intervenciones, la sangre de los enfermos, que en ambos casos es del grupo O universal, recibió un novedoso proceso de lavado selectivo que, junto con un corto tratamiento farmacológico, les ha eliminado de forma definitiva la incompatibilidad.

El proceso, que dirigió el hematólogo Miquel Lozano, consistió en filtrar el plasma --la parte líquida de la sangre, que contiene los factores de coagulación y las defensas naturales-- con unas membranas que impidieron el paso, exclusivamente, a los anticuerpos contra la sangre tipo A, la de los donantes.

No fue necesario, por tanto, someter al lavado a los glóbulos rojos, ni tampoco se sustituyó todo el plasma de los enfermos, como se ha hecho alguno de los países que han experimentado esta intervención con anterioridad. Ese recambio deja a los enfermos sin anticuerpos naturales y sufren frecuentes infecciones, explicaron.

MEDICADOS UN MES Para impedir que el rechazo se reiniciara tras concluir el trasplante, los enfermos recibieron durante un mes un fármaco --un anticuerpo monoclonal-- que frenó la respuesta inmunológica negativa y propició que su sangre se adaptara al grupo A, el del nuevo riñón, hasta tolerarla de forma indefinida. "La sangre de esos enfermos actúa ahora como si el riñón ajeno fuera de su mismo grupo", aseguró el doctor Federico Oppenheimer, director de la unidad de trasplantes del Clínic.

Los jóvenes trasplantados, María Llanos, de 22 años, y Marc Aureli Espada, de 32, deberán tomar el resto de su vida fármacos inmunosupresores que frenarán el rechazo al órgano ajeno, pero han eliminado una intolerancia sanguínea que hubiera cuestionado su supervivencia. El trasplante de un órgano debe superar siempre dos barreras: la de la sangre ajena, que se soluciona buscando un donante del mismo grupo, y la del rechazo espontáneo del sistema antigénico humano a que se le implante cualquier órgano extraño.

Los dos enfermos del Clínic recibieron un riñón procedente de un familiar vivo: una hermana en el caso de María, que fue intervenida hace un mes, y la madre, Cristina Ríos, en el de Marc Aureli. Un 30% de los trasplantes de riñón que realiza cada año el Clínic son de donante vivo.