En lugar de volver a la prisión tras su permiso de tres días, intentó atracar un banco. Con ocho rehenes incluídos. Jorge R. G., un preso toxicómano de 42 años, tuvo ayer a Tarragona con la respiración contenida durante una hora y media cuando asaltó una sucursal de Caixa Tarragona, en la Rambla Vella de la ciudad. Tras recibir metadona, y en medio de un impresionante despliegue policial, se entregó sin que nadie resultara herido.

Jorge R. G., vecino de Tortosa y con un amplio historial delictivo, tenía que haber regresado el martes por la noche a su celda de la prisión de Ponent (Lleida) tras pasar tres días de permiso. No lo hizo. Ayer, poco antes de las dos de la tarde, entró en el banco empuñando una pistola, que luego se supo que era de aire comprimido, y exigió dinero. Sufría el síndrome de abstinencia y, según una de las trabajadoras, "estaba muy nervioso e inseguro".

ALARMA Un empleado, que se dio cuenta de lo que pasaba, logró huir por una puerta lateral y dar la alarma. Una patrulla de la Policía Nacional, que se hallaba en las inmediaciones, se aproximó a la sucursal bancaria. Jorge R. G., descubrió a los agentes uniformados y decidió atrincherarse en el interior, con los rehenes: dos clientes, cinco empleados y el director. Amenazó con empezar a disparar. En pocos minutos llegaron más patrullas de la Nacional, del CNP, Guardia Urbana y Mossos d´Esquadra que acordonaron la zona.

Un inspector de la brigada judicial y criminólogo inició la negociación, vía móvil, con el asaltante. El policía le indicó que no iban a facilitarle ningún vehículo para su fuga, como exigía.

"También pidió metadona y se la proporcionamos para tranquilizarle", explicó Rafael Girona, comisario jefe provincial. A las 14.30, media hora después de iniciar el asalto, soltó a los dos clientes y a una trabajadora. Unos 10 minutos después liberó al resto de empleados y a las 15.20 al director, momento en que se entregó. Según discurrían los hechos, amigos y familiares de los retenidos se fueron acercando a la Rambla Vella, en busca de noticias de sus allegados.

"Mi hermana está dentro y no sabemos cómo se encuentra", manifestaba angustiada una mujer a un policía que se esforzaba en calmarla. Unas 150 curiosos siguieron, como si se tratara de una película, el suceso desde detrás de las cintas de seguridad. Aplausos e insultos aislados acompañaron al atracador cuando fue introducido en un coche y conducido a comisaría. Algunas empleadas, conmocionadas, se animaban mutuamente.