Se acercan las tradicionales fiestas navideñas. Se nota principalmente porque las firmas de joyería sacan a la luz sus nuevas colecciones, conscientes de que en estas entrañables fiestas algunos amores se pagan con joyas, sin olvidar además los deslices matrimoniales y las aventuras extraconyugales que suelen ser proporcionales al tamaño del brillante que se regala.

La cuestión es que tanto en Madrid como en Barcelona no hay día sin presentación joyera. El martes por la noche, Isabel Preysler amadrinó la fiesta organizada por la firma Suárez, que la cubre de joyas a cambio de que dé la cara. Isabel, que tonta no es, cobra en especies a la citada joyería y apareció en la fiesta con sendas cascadas de brillantes a modo de pendientes. "De elegir una piedra, me quedo con el brillante", dijo Isabel, que, sin embargo, no suele comer los bombones industriales que anuncia en televisión ni revestir su casa con los pretenciosos azulejos de los que es imagen.

A todo esto, en Barcelona --siempre fomentando el hecho diferencial--, la joyería Bagués optó por la erudición del profesor Francesc Fontbona y la pluma del periodista M rius Carol, para presentar sus últimos diseños. Recreaciones de las joyas ideadas por el orfebre Lluís Masriera hace más de un siglo y nuevos diseños basados en la trama urbana de Barcelona son las apuestas para regalos navideños.

La firma guarda, además, un secreto que jamás revelará: una misteriosa y rica dama norteamericana encargó y pagó una reproducción del jarrón de oro, plata y brillantes con el que Masriera ganó el primer premio de orfebrería en la Exposición de 1888. Eso sí es una clienta.