La extracción de riñones, vesículas o tumores a los que se accede por pequeños orificios por los que se introducen cánulas con cámara, bisturí y cauterizador de tejido es práctica cotidiana en hospitales de todo el mundo. El recorrido inverso, el implante de un riñón ajeno abriendo apenas siete centímetros del vientre --en un trasplante convencional se cortan 20 centímetros-- y dirigiendo el resto de la intervención por cánulas guiadas desde la pantalla de un ordenador, solo lo ha hecho, de momento, un equipo médico de la Fundació Puigvert, de Barcelona. Dos mujeres de 40 años han sido las primeras receptoras de riñones implantados por esta técnica, llamada laparoscopia. Una ya está en casa y su recuperación ha sido más rápida que en un trasplante habitual, aseguró ayer el urólogo Antoni Rosales, coordinador de las operaciones. La mayor dificultad consiste en acertar con precisión en el ensamblaje de la arteria y la vena que parten del riñón con la arteria y la vena del receptor. Y que el uréter del riñón quede perfectamente conectado con la vesícula del enfermo. Las ventajas para el enfermo son enormes: menos riesgo de infecciones posoperatorias y cicatrización más rápida, factor importante para quien toma los fármacos inmunosupresores implícitos en todo trasplante.