El veraneo de la familia real sigue adelante con dos frentes abiertos: el asturiano (en el que los paparazzi andan encomendándose al cielo para que los Príncipes rompan su enclaustramiento), y el balear, que gracias a los duques de Lugo se está convirtiendo en una clase magistral de moda. Los Marichalar, siempre atentos a las últimas tendencias, han aportado este año dos activos al verano real: ella, su biquini (lo que demuestra que en palacio, aunque no se vea, también llevan las dos piezas) y él, como oteador de pasarelas internacionales en su calidad de consejero del grupo de lujo LVMH, ha revelado que no debe de haber nada más actual que lanzarse al agua sin quitarse la camiseta (en la foto de arriba, el martes, en un chapuzón con camiseta).

LOS DUQUES DE LUGO Los duques de Lugo andan estos días recatados. Incluso la infanta Elena, que la semana pasada se pasó toda la mañana en cubierta con gorra y biquini, el miércoles tomó el sol con bermudas y parte superior del biquini. Luego, cuando quiso bañarse, se calzó un recatado bañador. La excursión náutica en la lancha Somni no deparó más sorpresas: Iñaki Urdangarín sigue confiándose al bañador de toda la vida, igual que los niños: Juan, Pablo, Miguel, Froilán y Victoria Federica.

Menos ganas de baños deben de tener los príncipes Felipe y Letizia, que llevan unos días instalados en la casa de la abuela de la Princesa en la pedanía asturiana de Sardéu sin apenas enseñar la nariz a lugareños, periodistas destacados, fotógrafos y curiosos en general. Y eso que la finca familiar de la Princesa se ha convertido en la atracción de la zona, hasta la que peregrinan los turistas.

Felipe y Letizia dieron una sorpresa a quienes rondaban la casa el pasado martes a última hora de la tarde, ya que dieron una larga caminata hasta Llanes. Hasta el miércoles, a las diez de la noche, la pareja real no volvió a hacer una incursión en territorio astur. A esa hora, los Príncipes y la abuela de Letizia, Menchu Alvarez del Valle, fueron hacia el restaurante La Parrilla, de la vecina Ribadesella (en la foto de abajo, saludando a la salida del local), un establecimiento de pescados a la plancha de solvencia contrastada en la comarca.

Pasadas las once de la noche, la pareja salió del restaurante y se dio un baño de vítores, fotografías y apretones de mano.