TMte gustó mucho la filosofía de COU. Cada vez que me explicaban una corriente de pensamiento me hacía ferviente seguidor, sucesivamente, de Heráclito, Sócrates o Platón . Todo se torció con santo Tomás , ya que sus vías tomistas para demostrar la existencia de Dios me sirvieron para cerciorarme de lo contrario. La cuestión es que esta manía de asustar con el fuego eterno a quienes sólo creemos en el raciocinio ha llegado hasta nuestros días. Hace unos meses los autobuses londinenses amenazaban con el infierno a los ateos hasta que una joven escritora, Ariane Sherine , propuso desde su blog una colecta para hacer publicidad de un mundo sin seres superiores y un alegato en favor del hedonismo. Como era de esperar, ya tenemos por aquí autobuses forrados de proclamas en torno a la existencia divina y, de momento, quienes se frotan las manos son las agencias de publicidad, las que están aprovechando el filón de un producto que no se vende en supermercados. La idea de Ariane Sherine tiene el atractivo de comenzar con una duda y, lejos de proclamas absolutas, usa el adverbio probablemente, invitando a reflexionar y estimulando el espíritu crítico. Más preocupante es la contracampaña iniciada por una Iglesia evangélica y que afirma de forma categórica la existencia de Dios. Me temo que algún inspector de consumo quisquilloso les presente una denuncia por publicidad engañosa, les conmine a demostrar científicamente la certeza de esa existencia y les obligue a retirar el producto del mercado. Sería curioso que el debate de tres mil años de pensamiento acabara dirimiéndose en una junta arbitral de consumo.