Acabo de leer la historia de un tipo que ha pedido que le amputen parte del cuerpo. Supongo que sentirá que le sobra algo. Yo, curiosamente, siempre he tenido la sensación de que me faltan cosas, de estar a medias. Y no es que me falte nada, sino que creo que hay partes de mí a las que no hago mucho caso. Por ejemplo, si me tuvieran que amputar un pie preferiría que fuera el derecho. No es que tenga nada contra él, es que es el pie con el que menos relación tengo, al que menos cancha le doy. Soy zurdo. Y la verdad es que no sé el motivo por el cual pasé de unos miembros y presté más atención a los del lado contrario. Así que, si decidiera que me amputaran el pie derecho lo mismo cometía un grave error, porque dejaría que se cepillaran a un pie al que no le he dado la oportunidad de demostrarme lo que vale. Pienso todo esto porque creo que me he pasado media vida sin hacer caso a mi otra mitad. Y ya va siendo hora de que lo haga, de que descubra lo que vale. Mi otra mitad me ha convencido para dejar este espacio en el que habito desde hace más de tres años. Hoy escribo mi última columna y mientras lo hago siento que me van amputando este rincón de contraportada de viernes. Han sido unos años geniales, en los que he podido hacer una de las cosas que más me gustan: contar historias. Lo mismo cometo un error, pero llevo un tiempo pensando que es necesario que esta última página se refresque un poco después de tanto tiempo con mi careto en la esquinita. Una vez me contaron que soñar con cortarse un pie es tener una herida en el alma. Lo creo. El próximo viernes seguro que tendré la sensación de que me falta algo. De estar a medias.