Estoy seguro de que Cambio radical , el programa que se dedica a transformar patitos feos en cisnes, va a ser un éxito. Siempre ha habido curiosidad por conocer los entresijos de la transformación de gusano en mariposa. Y todo el mundo tiene derecho a evolucionar a mejor. Pero tenemos que plantearnos en qué estamos convirtiendo la sociedad. Mientras se estrenaba este programa, en otra cadena había un concurso de mises. Me recuerdan a los premios morfológicos de ganado de Zafra o Trujillo. Las vacas dan una vuelta por el corral mientras veterinarios y jueces puntúan sus cuartos traseros, sus pezuñas, su trote y su docilidad con el mayoral. Pues, lo mismo con las mises. ¿No hace nada ningún instituto de la mujer?

¿Por qué no hay un programa que propugne un cambio radical, pero de alma? Imagínense.

--Don Fulano de Tal es un mal vecino, cotilla, prepotente y derrochón. Pero tras unos meses atendido por nuestros psicólogos es... ¡Un señor amable, discreto, atento y considerado con sus vecinos! ¡Enhorabuena, chavalote! ¡Increíble!

Sería estupendo hacer esas transformaciones, pero no tendría éxito comercial. Los cambios de alma, de educación o de sentido común no interesan a nadie. Y son mucho más difíciles de lograr. La cirugía estética no puede zurcirnos el alma, ni el dolor, ni la pérdida de un ser querido, ni el carácter avinagrado, ni nuestra querencia por la mentira, la falsedad y la murmuración.

Sin embargo, ¡qué bien nos vendría a todos un cambio de alma! Refrán: En nuestra vida hay que dar un cambio radical.