Francisco Javier P., el acusado de haber propinado a la niña Alba la brutal paliza que la dejó inválida, tiene una personalidad "fría" y con falta de empatía, pero ni él ni la madre de la cría sufren trastorno mental alguno, según revelan sus informes psiquiátricos.

Según han informado a Efe fuentes judiciales, los forenses que entrevistaron a los procesados por el "caso Alba" concluyeron que tienen una inteligencia normal y son conscientes del alcance de sus actos, por lo que jurídicamente su responsabilidad penal es completa.

Más allá de esas conclusiones jurídicas, los psiquiatras detectaron en el caso de Francisco Javier P. una personalidad "fría" y destacaron en sus informes su "falta de empatía" hacia el sufrimiento ajeno, lo que, sin embargo, no impedía que mantuviera un vínculo afectivo normal con su hija Maite, de seis años.

En el caso de la madre de Alba, Ana María C., los informes periciales revelan que se trata de una mujer con un nivel de inteligencia bajo, pero dentro de los límites de la normalidad.

Según esos estudios psicológicos, la madre de Alba era una mujer propensa a cambiar de parejas, con las que establecía una relación de fuerte dependencia emocional, y solía buscar nuevas relaciones sentimentales a través de "chats" telefónicos.

Debido en parte a esos continuos cambios de pareja, en los últimos años Alba y su madre habían estado residiendo en distintas poblaciones catalanas, como Viladecans, Manresa y Montcada i Reixac (Barcelona), y también pasaron una temporada en Madrid.

Esos repetidos traslados motivaron que Alba estuviera siempre envuelta por una situación de "inestabilidad" y que su escolarización fuera muy deficiente, según apuntan los informes psicológicos de la menor encargados por la Generalitat.

De hecho, un pediatra que trató a Alba en el Hospital Sant Joan de Déu en noviembre de 2005, cuando la menor y su madre vivían con el procesado hacía apenas unos días, ha dicho que la niña tenía una personalidad "temerosa" y daba la impresión de que los cuidados que recibía eran "deficientes".

La madre de Alba llevó a la niña al hospital alegando que sospechaba que la menor era víctima de abusos sexuales por parte de su padre biológico, pero los médicos descartaron "totalmente" esa posibilidad al no observar ninguna lesión en sus genitales.

No obstante, ha explicado el pediatra Lluís Coma, a los médicos les extrañó la actitud de Alba, a la que han definido como una niña "triste, que hablaba poco" y que daba la impresión de estar "poco estimulada", de manera que decidieron derivarla a Psicología.

Pese a que le dieron cita con el psicólogo para llevar a cabo un estudio sobre la personalidad de la niña, Ana María C. acudió con Alba sólo a la primera de las entrevistas, y faltó a las dos visitas siguientes.

En la primera de las exploraciones que se efectuó a Alba en agosto de 2005 en el Hospital Sant Joan de Déu, se detectó a la menor una quemadura en el brazo que su madre explicó que se había producido con café caliente cuando se encontraba en Fraga (Huesca) bajo el cuidado de su padre.

La madre de Alba refirió en el hospital esos supuestos abusos sexuales en agosto de 2005, cuando aún no conocía a Francisco Javier P., y explicó que la menor le había contado que su padre le tocaba la vulva y que no quería irse con él.

El padre biológico de Alba fue objeto de una investigación judicial después de que Ana María C. lo acusara de maltratar a la niña, pero el caso fue posteriormente archivado.