Tiene todos los ingredientes para acabar convirtiéndose en el último escándalo en EEUU. Máquinas que desnudan a pasajeros anónimos, el sacrosanto derecho a la intimidad pisoteado, amenazas de rebelión ciudadana, empresas alarmadas por el impacto económico y antiguos políticos lucrándose a costa del contribuyente, todo enrarecido por la amenaza terrorista que planea sobre el país desde el 11-S.

Se trata de los escáneres corporales que desde hace meses se están instalando en aeropuertos y otros puntos delicados de EEUU tras los últimos atentados fallidos.

LA ENTRADA DEL JUZGADO La gota que colmó el vaso ha sido la filtración de imágenes de un centenar de ciudadanos obligados a pasar por uno a la entrada de un juzgado, que deberían haber sido borradas pero que terminaron en un portal de internet.

La escalada de tensión ha obligado a salir al paso de las críticas a las autoridades, como la secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, quien afirmó que los escáneres son seguros y ayudan a evitar atentados.