Las doce de la mañana tal vez no sea una hora muy taurina. Sin embargo ayer la plaza de Olivenza casi se llenó porque el cartel era inmejorable. Y en la soleada mañana se vivieron momentos de gran interés en lo que fue una corrida de importancia aunque a menos al final, pues los tres últimos toros no siguieron la tónica de los tres primeros.

Cuando se deshizo el paseíllo, en la gran ovación que se dio a Espartaco quedaba patente la sensibilidad de una plaza y una afición muy especial. Volvía el maestro sevillano a esta plaza tan emblemática para él, e invitó a sus compañeros a saludar.

Después hizo el esfuerzo, aún acusando la inactividad. Tuvo un buen primer toro, justo de fuerzas de salida pero que después tuvo gran son. Brindó a Curro Romero y ese toro llegó a la muleta un punto áspero, pero Espartaco se dobló con él.

Siguieron varias tandas en redondo por ambas manos llevando largo al animal por abajo. Allí parecía que volvía a renacer un toreo que en el plano técnico adquirió gran enjundia, porque permitía a su autor cuajar un gran número de toros. Tras una estocada desprendida Espartaco paseó un trofeo.

El cuarto fue un astado montado, alto de agujas. Sus hechuras apuntaban que no iba a embestir y no lo hizo. Tuvo además peligro. Espartaco se cruzó mucho con el toro pero sólo pudo sacarle medios pases.

José María Manzanares no tuvo ningún toro a modo, y sin embargo arrancó dos orejas. Su primero embestía rebrincado, estaba justo de fuerzas, llevaba la cara suelta y era difícil de templar. Pero allí surgió un buen torero para sobreponerse a la adversidad, pulseando a veces la embestida para lograr alguna tanda estimable, resultando muy bellos los remates.

El quinto manseó y lució Manzanares en los delantales de recibo. Después supo llevar con suavidad para afianzar a un burel muy justo de celo. Fue soberbia la estocada y la oreja cobrada le permitía abrir la puerta grande.

Cayetano mostró su buen concepto del toreo. Tuvo el toro más a modo del encierro, que fue el tercero, y lo cuajó en el toreo a la verónica y en el quite, de manos bajas. Después allí se vio la pureza del cite frontal, avanzando la pierna de salida con el toro ya arrancado, llevándolo después en series de hondo calado, muy expresivas, cuajadas de detalles de personal torería.

El sexto fue un manso de nula clase, con la cabeza a su aire, y la faena tuvo poco interés.