Me encanta la expresión no dar puntada sin hilo . Me acordé de ella la semana pasada, cuando escuchaba a Javier Arenas mencionar la cadena perpetua y a Alicia Sánchez Camacho gritando que no cabemos todos. Hay quien cree que son deslices, salidas de pata de banco de dos políticos que están en la oposición en sus comunidades autónomas y que quieren ganar notoriedad a toda costa. Pero creo que todo está muy bien estudiado y que sus declaraciones se enmarcan dentro de la lógica de un partido que quiere abdicar de aquel cacareado centro para dar un viraje a estribor. Hay quien cree que la política consiste en eso, en ir diciendo lo que los más ruidosos quieran escuchar, independientemente de que sea una barrabasada, una incongruencia o una crueldad con los más débiles. Un observador extranjero se preguntaba por qué en España no había partidos ultraderechistas con representación parlamentaria como los de Fini en Italia o Le Pen en Francia. La respuesta es sencilla: el sector poblacional de ese espectro ideológico también existe aquí, pero se siente más o menos reconfortado en un partido que ya no tiene reparo en reclamarse de derechas, que asume sin complejos la defensa de una sociedad confesional, que no esconde sus tintes ultranacionalistas, que preconiza la expulsión de los extranjeros pobres, que reclama para sí un discurso amparado en la mano dura más rancia y decimonónica sin parar a reflexionar ni un minuto sobre las consecuencias de sus propuestas. Es verdad. No dan puntada sin hilo y a lo mejor les sale hasta bordado. Lástima que cuando se pinchan siempre lo hacen en la piel de otros.