Querido abuelo, ¿cómo estás?, te escribo esta carta hoy 29 de septiembre, al cumplirse un mes de tu muerte. Esa fecha no la olvidaré nunca por dos motivos, uno por ser el día que nos dejaste para siempre y otro por ser el cumpleaños de mi hijo Carlos. Te has ido y me has quedado lleno de recuerdos, todos buenos, igual que tú eras.

¡Fíjate!, hasta tengo una cicatriz en la muñeca izquierda por una brecha que me hice con un cristal en la mili el día 21 de marzo, recuerdo que te llamé para felicitarte y me cogió el teléfono tío Juan .

Lo que te gustaba celebrar tu cumpleaños, disfrutabas ese día con la casa llena de gente, te encantaba que fuéramos todos a tu casa a merendar las tortillas y los guisos tan ricos de abuela y lo que no faltaba nunca era ese plato viajero o del castigo , siempre con ese buen queso que te gustaba tener-

Tengo en el salón de mi casa la fotografía en la que estás dándome la enhorabuena el día de mi boda, esa foto que tú no te acordabas de ella y que te enseñé el último día que te vi con vida, exactamente el 22 de agosto, ¡qué ilusión te hizo!, entro todas las mañanas a darte un beso y los buenos días.

Recuerdo cada vez que iba a verte, siempre sentado en tu sillón, serio y callado como de costumbre. Esa seriedad que te caracterizó quedó reflejada el día de tu entierro, pasó a despedirte todo el pueblo, hasta una persona que no voy a decir el nombre y que te quería con locura a la cual nunca he visto en ningún acto en Talayuela, vino a darte el último adiós.

Nunca te notó nadie nada, siempre en tu línea supiste afrontar los problemas, tuviste el mismo carácter, tanto cuando estabas disgustado o contento por algo, fuiste el abuelo de todos, ¿quién no conocía a tío Benito ?

Hemos sentido todos mucho tu pérdida, estabas tan bien que nunca pensábamos que te irías algún día, decías en broma "¡que pronto me ha llegado a mí la vejez!", con qué ilusión contabas que te habían renovado el carné de conducir por uno o dos años.

¿Sabes una cosa, abuelo?, te la voy a contar porque sé que te va a hacer mucha ilusión, tu querida C-15 aún sigue en la familia, la tenías tanto cariño que no he consentido verla por el pueblo en manos de otra persona, se la he comprado a abuela y la está utilizando mi padre con mucho afecto. ¿A qué te alegras?, ya lo sé abuelo.

El Huerto , el famoso huerto, en el que tú pasaste tantos buenos ratos, ahí sigue, las veces que me acuerdo cuando íbamos a verte y estabas en el fresco sentado con abuela comiéndote tus sopitas de tomate y viendo los toros en Castilla la Mancha. Siempre nos decías "tomaros una pesicola", luego cuando nos marchábamos para casa, te levantabas sin haber acabado de cenar y nos echabas unas lechugas, tomates, pepinos o lo que tuvieras por allí. Ese huerto, en el que nadie se iba de vacío, es el que te tuvo así de bien hasta los 88 años, mi padre dice "que nota extraño no escucharte por allí o que ya no entres a saludarle", como hacías cada vez que pasabas por la puerta de su garaje.

Bueno Abuelo Benito , no quiero despedirme de ti sin decirte que siempre estarás en mi mente, que he aprendido mucho de tu formalidad y saber estar. No te preocupes que estamos cuidando de Nina , como tú la llamabas, ella está bien, lo único que le está costando mucho vivir sin ti, dice "que eras un hombre que le hacías todo y que siempre estabas pendiente de ella", quizá por esos motivos lo lleve peor.

Quiero acabar esta carta diciéndote lo mismo que el día del entierro, en el momento que estábamos enterrándote toqué la caja y te dije, "hasta siempre, Abuelo". SE FELIZ.

Tu nieto mayor,

Carlos Martín