La cola del pavo real le quitaba el sueño a Charles Darwin. ¿Por qué la selección natural permitía una decoración que podía resultar sumamente incómoda a la hora de huir de un depredador Pues bien: en 1991 se comprobó que el número de ojos en la cola de un pavo es proporcional a su capacidad de generar una progenie saludable, es decir, es una señal para indicar a las hembras la pareja ideal.

También en la anatomía humana hay señales parecidas. En los últimos años, el peso de las modelos se ha ido reduciendo hasta límites extremos, pero la proporción entre cintura y cadera se ha mantenido constante. Los individuos con esa relación cintura-cadera (y un peso normal) tienen, de promedio, una probabilidad de enfermar ligeramente más baja, según explica Ignacio Morgado, director del Instituto de Neurociencias de la Universitat Aut²noma de Barcelona (UAB) y coordinador de un curso sobre la química de las emociones organizado por la Obra Social La Caixa.

"Los objetivos de la evolución --por ejemplo, facilitar una reproducción exitosa-- influyen en nuestros gustos y deseos --dice Morgado--. Pero el amor no es un proceso solo biológico, sino cerebral. Es decir, biológico y social a la vez". Hace aproximadamente un millón de años, la corteza cerebral llegó a un nivel de complejidad sin precedentes. Desde entonces, el cerebro adquirió la capacidad de reflexionar sobre las emociones. Y de transformarlas en sentimientos: emociones conscientes.

Difícil encontrar voluntarios

Sin embargo, los sesgos genéticos no han desaparecido. "Según unos estudios, dos hermanos tienen más probabilidad de tener la misma orientación sexual si son gemelos heterozigotos. Y aun más si son homozigotos --explica el catedrático de la UAB--. De todas formas, es difícil encontrar voluntarios para replicar estos experimentos. Además, homosexualidad y heterosexualidad no son tan distintas como el blanco y el negro".

Las estrategias de la evolución que favorecen el apareamiento todavía actúan. "El enamoramiento es parecido al síndrome obsesivo compulsivo: el cerebro segrega feniletilamina, una sustancia parecida a la anfetamina, presente también en el chocolate. Será por eso que, según una estadística, el 50% de las mujeres prefieren el chocolate al sexo. En las relaciones maduras, el cerebro segrega un relajante, la endorfina".

En el 2005 se comprobó que el sexo genera la secreción de vasopresina y oxitocina en el cerebro de los ratoncitos de la pradera. Tras una sola relación sexual, se vuelven monógamos para toda la vida. Estas sustancias aparecen también en el cerebro humano. Por eso, la antropóloga Helen Fisher aconseja: "No te acuestes con la persona de la cual no quieres enamorarte". Los rastros de un pasado evolutivo influyen en las etapas de la vida de pareja.