Este año Africa se ha quedado sin Rally Lisboa-Dakar, suspendido por las amenazas de atentado de Al Quaeda. Pero la desilusión inicial se transformó en energías renovadas para nueve jóvenes aventureros de Don Benito que tenían organizado un viaje de 7 días para ver algunas etapas de esta competición. Decidieron seguir adelante con el proyecto.

Modificaron el itinerario y añadieron a su aventura un plus de solidaridad. "No hemos salido de Marruecos; estuvimos cerca de la frontera con Argelia. Si la organización había suspendido la carrera nosotros no íbamos a arriesgarnos", señala David Berrocal, uno de los aventureros. Junto a él Manuel Aparicio, Samuel Alvarez, Ramón Cidoncha, Pepe Sauceda, Francisco Berrocal, Manuel Martín-Mora, Antonio Pavo y Javier Mera.

Su medio de transporte ha sido sus 4 vehículos todoterreno con los que han recorrido 4.500 kilómetros. Los decoraron con los logotipo de las 31 empresas que han colaborado con ellos. Así han sufragado los 700 euros en combustible que han gastado por cada coche. Y sobre todo, la ayuda humanitaria que han llevado: medicamentos (analgésicos, antibióticos y primeros auxilios) que donaron a los escasos centros sanitarios existentes; material escolar que llevaron a las pequeñas habitaciones convertidas en aulas para todas las edades; y algunos juguetes.

Dicen que lo que han vivido les ha cambiado. La pobreza que han visto les ha hecho apreciar lo que tienen. "Cada vez que hacíamos un alto en el camino, donde sólo se veían piedras, de repente aparecían niños descalzos y mayores pidiéndonos", comenta Manolo. Reconocen que en una ocasión pasaron miedo cuando se abalanzaron sobre ellos para coger material, por lo que tuvieron que lanzarlo al aire para poder huir en los coches.

Acaban de llegar de su aventura y ya piensan en volver en un par de años, aunque cambiando algunas cosas. "En el próximo viaje llevaremos más medicamentos, ropa y alimentos, en lugar de juguetes. Regalarles uno cuando van descalzos es una incongruencia, les hace más ilusión unos zapatos; necesitan cubrir sus necesidades más básicas" subraya David. Recuerdan una imagen que se les ha quedado grabada: la de un niño que encontraron en la puerta de su casa -en medio de la nada- al que le entregaron un todoterreno de juguete. "Se quedó inmóvil con el coche en los brazos, con la mirada perdida en él. Sólo reaccionó cuando la madre le habló; entonces sonrió levemente", comenta Manolo.

Han dormido en haimas (tiendas de campaña), han pasado frío y calor y han conducido una media diaria de 10-12 horas de conducción por caminos estrechos e intransitables. Pero la sensación que se traen es la de la impotencia de no poder hacer más por un pueblo que ni siquiera puede alimentarse.