Aguantó varias horas de interrogatorio pero, al final, Josef Fritzl lo confesó todo: Que él, un empresario de materiales de construcción apreciado por sus vecinos, que le consideraban un abuelo admirable, fue quien retuvo a su hija Elisabeth durante 24 años en un sótano donde la golpeó y violó en numerosas ocasiones; que él es el padre de los siete bebés nacidos en la mazmorra fruto de esos abusos; y que él quemó en la caldera de la casa el cadáver de uno de ellos, muerto al poco de nacer. Tras reconocer los hechos, solo dijo: "Deploro el caso. Mi familia me da pena".

Según Franz Polzer, comandante de la policía de la Baja Austria, la víctima, que ahora tiene 42 años, está psicológicamente destrozada y aparenta 20 años más de los que tiene. Polzer explicó que el acusado entregó a la policía el código secreto de la puerta de acero que, escondida tras una estantería del garaje de su vivienda, daba paso al zulo de 60 metros cuadrados donde había retenido a su hija. La policía explicó que no estaba bajo la casa, sino en un sótano en un extremo del jardín.

UN TECHO DE 170 CENTIMETROS Al zulo se accedía por "una puerta de acero y cemento que se movía sobre raíles activada por un motor electrónico y que se abría mediante un control remoto con un código". Una vez abierta la puerta, un estrecho pasillo de cinco metros conducía a una habitación, usada como cocina y baño --con ducha-- y a dos cuartos con dos camas cada uno.

El techo del calabozo tenía 170 centímetros de altura y mecanismos para renovar el aire. Había televisión, un reproductor de vídeo, una radio y, según los agentes, estaba "cuidado".

A la policía le parece "creíble" que Rosemarie, la madre de Elisabeth y esposa de Josef, no sospechara. El raptor logró que todos creyeran que la víctima se había unido a una secta. Para probarlo, le hizo escribir cartas.

El secuestrador logró incluso hacerse con la tutela oficial de tres de los bebés: Lisa, nacida, en 1992; Monika, nacida en 1993, y Alejandro, uno de los dos gemelos nacidos en 1996. El mismo los dejó ante la puerta del edificio acompañados de cartas que le había obligado a escribir a su hija en las que esta aseguraba que habían nacido en la secta y que ella prefería que los criaran sus abuelos. "El bebé tiene nueve meses, estará mejor con vosotros". La versión de que estaba criando a unos nietos abandonados por una madre díscola cuajó en el barrio e hizo que lo considerasen un abuelo ejemplar.

Elisabeth y sus tres hijos que nunca habían visto la luz del sol --Kerstin, nacida en 1988, Stephan (1990), y el pequeño Féliz (2003) están siendo tratados por el psiquiatra Max Friedrich, el mismo que trató a Natascha Kampusch, la joven que en el 2006 se escapó de su secuestrador tras más de ocho años de cautiverio.