Estados Unidos sigue sacando a la luz casos que ponen en cuestión la diligencia del Papa ante los casos de curas pederastas cuando era prefecto de la fe. La agencia Associated Press ha recuperado documentos sobre dos miembros del clero en Arizona, expulsados de la Iglesia tras un proceso agonizantemente largo.

En el primer caso el depredador es el padre Michael Teta, sospechoso de haber iniciado los abusos a menores, incluso de siete años de edad, al poco de llegar en 1978 a la diócesis de Tucson. No fue hasta 11 años más tarde, en 1989, cuando el sacerdote quedó en baja administrativa. En 1990 fue suspendido.

El entonces obispo de la diócesis, Manuel Moreno, escribió al Papa Juan Pablo II pidiendo directrices y recibió una respuesta del Nuncio apostólico indicándole que iniciara un juicio canónico. El Vaticano no decidió hasta el 2001 poner todos los casos de abusos en manos de la Congregación para la doctrina de la fe, y en 1992 Ratzinger, su prefecto, avisó al obispo Moreno de que se hacía cargo del caso de Teta. Teta no fue forzado a abandonar la Iglesia hasta el 2004.

También Ratzinger se hizo cargo en el 2003 del caso de Robert Trupia, otro sacerdote de Arizona, experto en derecho canónico, que llevaba 11 años resistiéndose a los procesos de expulsión. Tardó 16 meses en sellarla.