En otra vida quiero ser experta en economía, y abandonar esta manía de la literatura. Los libros ayudan a evadirse de la realidad e incluso inventan realidades paralelas, pero las metáforas auténticas solo se encuentran en la economía. Por encima de los movimientos literarios, los tipos de interés tienen más seguidores que cualquier bestseller. La vida empieza a latir no en las páginas de cultura, sino en esas que los inexpertos despreciábamos. Eso sí que es culteranismo y conceptismo, mitología y desengaño. Alegoría del mundo, la economía no pretende explicarlo ni embellecerlo, sino crearlo de la nada. Si al lector no le gusta el lugar en que vive, solo tiene que entender el euríbor, y se le abrirán las puertas del Paraíso. Los no elegidos nos conformamos con el guión que nos escriben los supuestos expertos. Por ejemplo, si uno compró un piso de doce millones, de pronto pudo venderlo por cincuenta, aunque luego, aquel que lo compró por cincuenta, no lo puede vender ni por doce. O el final de esta película en la que los protagonistas han vivido por encima de sus posibilidades, pero son los secundarios quienes pagan las consecuencias. Eso no hay literatura capaz de explicarlo, ni dramaturgo con imaginación suficiente para ponerlo en escena. Solo se le acerca la fábula de la lechera. Pero qué valen las fábulas contra la realidad. Y por otra parte, qué es la realidad sino lo que deciden los expertos en economía. Por eso, en otra vida, a ver si me dejo de tonterías y me dedico a la especulación, para crear por fin a partir de la nada. Ese es el verdadero arte: levantar realidades con la consistencia del humo.