Toda acción tiene su reacción. El terror y la muerte que sembró el narco colombiano Pablo Escobar en los años 80 se ha transformado en su hijo, Juan Pablo Escobar (Colombia, 1977), en un espíritu conciliador y pacifista dotado de una determinación difícil de encontrar en los foros públicos. Podría haber seguido los pasos de su padre o haber elegido la discreción y el segundo plano, pero ha optado por convertirse en un apóstol de la no violencia y ahora se dedica a explicar la vida de su progenitor para que sirva de ejemplo de lo que nunca debe volver a ocurrir. En Pablo Escobar. Lo que mi padre nunca me contó (Península), el segundo libro que escribe sobre su figura, ha dado voz a los enemigos del hombre que, en contra de lo que hacía fuera de casa, a él le cuidó y protegió con el mayor de los mimos. Cobija un volcán de paradojas, pero parece el hombre más tranquilo del mundo. El hundimiento del imperio de la droga que dirigía su padre y la muerte de este, en 1993, los convirtió en prófugos, después de vivir rodeado de lujos Finalmente, se instalaron en Argentina, donde estudió Arquitectura e Ingeniería industrial. Allí vive junto a su mujer, su hijo, su madre y su abuela. Trabaja como arquitecto bajo la identidad de Juan Sebastián Marroquín Santos. «A veces, cuando se enteran de que soy hijo de Escobar, no quieren contratarme», reconoce.

-¿Le quedaron asuntos pendientes de contar sobre su padre tras su anterior libro?

-En aquella ocasión relaté mis recuerdos para que la gente tuviera una imagen real y desmitificadora de él. Pero ese retrato estaba incompleto, faltaban datos y testimonios que debían aportar los que sufrieron sus actos. En este libro he ido al encuentro de los enemigos y las víctimas de mi padre, pero también de sus victimarios. He hablado con los que conspiraron para verle muerto y ellos mismos han revisado el libro antes de que se publicara.

-¿Busca redimirlo?

-Al contrario. Quien lea lo que he escrito sobre mi padre se dará cuenta de que lo último que persigo es salvar su cara o justificarle. Él fue responsable de sus actos y no me cansaré de pedir perdón por ello. Pero si contamos solo eso, estamos dejando la historia a medias, porque ninguna de esas acciones malvadas hubiera sido posible sin la colaboración de ciertas personas, organizaciones e incluso gobiernos, que no han sufrido el mismo juicio. Mi padre fue un bandido, pero no estaba solo.

-Apunta alto. Señala a políticos de su país, a grupos terroristas como el M-19, e incluso a la CIA.

-La corrupción, tanto la nacional como la internacional, ayudó a Pablo Escobar a cometer sus crímenes, pero la figura de mi padre creció tanto que acabó cubriéndolo todo. Por eso, en el libro he querido que hablaran personajes como Aarón Seal, hijo del narco Barry Seal, antiguo colaborador de mi padre, que murió asesinado, y cuyo testimonio es clave para demostrar que el dinero de la droga sirvió para que Estados Unidos luchara contra el comunismo en América Latina. Mi papá ya me lo decía: «Hijo, hemos terminado trabajando al lado de los que nos perseguían».

-¿Mantenían ese tipo de conversaciones?

-Mi padre nunca me ocultó quién era ni lo que hacía. Me decía: «Entérate por mi boca de que soy un bandido, no por boca de otros». Veíamos el noticiero juntos y me iba contando: «Mira, esa bomba la puse yo, aquella también, esa otra la puso el M-19 pero yo les ayudé, aquella no, pero voy a dejar que digan que sí lo hice...». Ese era Pablo Escobar viendo las noticias de la tele con su hijo desde los 7 años.

-Cuesta creer que alguien tan habituado a la violencia como usted haya acabado siendo un adalid del pacifismo.

-Esta experiencia me hizo tomar conciencia de las consecuencias que tiene la violencia y alejarme de ella. Por lo que mi padre me contaba y también por las repercusiones que sus actos tenían sobre nuestras vidas. Era imposible no ver cómo cada vez que él lanzaba una piedra, sobre su familia caía una lluvia de piedras como respuesta. Repetir la historia de mi padre habría sido por mi parte un insulto a la experiencia que he vivido. Con un Pablo Escobar ya hubo bastante.

-Para elaborar este libro se ha reunido con enemigos de su padre y con hijos de antiguos narcos que murieron por su culpa. ¿Cómo fueron esos encuentros?

-Como puede imaginar, esas personas no sentían ningún afecto por el apellido Escobar. De hecho, tenían muchas razones para matarme. Y pudieron hacerlo. A mi encuentro con el narco Ramón Isaza, antiguo colaborador de mi padre, acudí solo, pero él apareció acompañado por 25 hombres. Pablo Escobar le mató a un hijo. En la Colombia de antaño, ese dato habría sido suficiente para que me hubiera pegado un tiro antes de abrir la boca.

-Pero no lo hizo.

-No solo no lo hizo, sino que llegó acompañado de otro hijo suyo, al que apodan Terror, y en vez de dispararme me extendió la mano con respeto, me dio las gracias por visitar a su papá, y me dijo: «Miremos hacia adelante, apostemos por la paz y olvidemos el rencor».

-Menos mal.

-Hace 30 años nos habríamos liado a tiros, pero ahí estábamos los hijos de dos de los mayores narcos de Colombia hablando de paz. Esto demuestra que en mi país existe un deseo sincero y real de reconciliación y de dejar a un lado y para siempre la violencia.

-¿Cómo se relaciona hoy con el recuerdo de su padre?

-Como hijo, no lo hago a través de la culpa, sino del afecto que él nos transmitió. Hasta el último momento le defendí, le protegí y le cuidé. Era mi padre, aunque también fuera el mayor narcotraficante de la historia. Me queda la tranquilidad de haberle acompañado con amor hasta el último momento de su vida, algo que no pueden decir los que hoy se declaran herederos de su legado y me amenazan de muerte por no haberme convertido en Pablo Escobar 2.0.

-¿Le amenazan?

-El que lo ha hecho con más fuerza ha sido un antiguo sicario de mi padre, hoy metido a youtuber, que dice que me va a matar por negarme a continuar la labor de mi papá. En realidad solo busca notoriedad y hacer crecer su cuenta de seguidores a mi costa. Lo sorprendente es que los medios le hayan prestado altavoz y que tenga más resonancia el que promueve el asesinato que el que habla de paz.

-¿A qué lo achaca?

-Hoy existe un culto a la violencia, al que colaboran las series que se han hecho sobre mi padre. No me opongo a que se cuenten historias, pero sí a que se glorifique a los criminales y se muestre el narcotráfico con glamur. Esto

confunde a la juventud. A diario recibo montones de mensajes de jóvenes pidiéndome ayuda para ser como mi papá. Quieren ser ese bandido, me mandan fotos vestidos como él, con su bigote, con su peinado, con sus dichos, haciendo una oda a la violencia. Las narcoseries han convertido a mi padre en un héroe y han instalado en los jóvenes la idea de que ser narco es cool.

-¿Todas las series que se han hecho son igual?

-En general, sí, aunque cada una cuenta la historia a su manera. El patrón del mal da la versión de las autoridades colombianas y la producción de Netfix cuenta la de los norteamericanos, pero todas manipulan la realidad y ninguna explica la verdad de Pablo Escobar.

-Me interesa su opinión sobre ‘Narcos’, la serie de Netflix, sobre la que llegó a enumerar una lista de falsedades.

-Antes de que empezaran la primera temporada me dirigí a ellos y les ofrecí acceso al archivo familiar. Fotos, recuerdos, vídeos inéditos, cartas de puño y letra de mi padre... Les propuse contar la historia completa, sin manipular, pero me dijeron que no les interesaba, que la familia no sabía nada. Prefirieron las invenciones de unos guionistas que escriben desde California a la verdad de quienes sufrimos en carne propia esta historia y hemos sacado lecciones de ella. Lo triste es que ahora habrá quien crea que la realidad fue como la cuenta la serie.

-¿Le gustaría dar su versión en una serie o una película?

-Ya hice un documental sobre la historia de mi padre y no me importaría hacerlo a través de la ficción, siempre que se cuide el mensaje de que la figura de Pablo Escobar no debe repetirse. Nunca me subiría a un proyecto que fuera una oda a mi padre.

-¿Y usted, dónde queda? ¿Cómo lleva esta doble identidad? ¿Si me lo cruzo por la calle debo llamarle Juan Pablo Escobar o Juan Sebastián Marroquín, su nombre actual?

-Llámeme Juan y así seguro que acierta Para mí, lo más importante no es el nombre sino lo que uno hace por su familia y por la humanidad. Yo podría haberme convertido en Pablo Escobar 2.0 y elegí lo contrario. Tengo claro que nunca le dejaría a mi hijo el legado que me dejó mi padre. Después de tantos años sigo sin liberarme de él.