Los niños del colegio La Promesa Evangélica no regresaron el viernes a sus casas pobres de los suburbios de la capital de Haití. Con un tercer piso aún en construcción, el precario edificio del barrio de Petion Ville se derrumbó en plena clase sobre más de medio millar de estudiantes y profesores. Muchos de los escolares seguían bajo los escombros anoche, cuando ya se habían recuperado los restos de 82, y más de un centenar estaban con heridas y traumatismos en los hospitales de Puerto Príncipe.

"Esta mañana hemos encontrado una clase con 21 alumnos y el profesor. Todos estaban muertos", informó el propio presidente haitiano, René Préval, que permaneció toda la noche en el lugar de la tragedia para supervisar las labores de rescate. "Aún no se puede decir cuántos cadáveres se van a contar, porque el trabajo no ha terminado", tuvo que añadir Préval 24 horas después del desastre. Los llantos y los gritos envolvían las ruinas de la escuela.

CUERPOS APLASTADOS Los socorristas de protección civil --que trabajaban con la ayuda de médicos y bomberos franceses con perros, socorristas canadienses y estadounidenses, ingenieros y soldados de la ONU-- resaltaron en cambio que ayer habían "podido salvar a dos pequeños, una niña y un niño". Creían que "muchos otros jóvenes" podían estar aún vivos bajo los escombros. Pero los nuevos tres cuerpos que aparecieron poco después estaban aplastados.

Los equipos de rescate tenían que meter en sacos los restos desfigurados, los fragmentos de cuerpos. Dado el estado de los cadáveres, la identificación resulta muy difícil. René Préval señaló: "Este es el resultado de la inestabilidad y el desorden instaurados en Haití a nivel de Estado. Las medidas tomadas por un Gobierno no las respeta el siguiente. Si ven esta construcción, no tiene suficiente hierro ni cemento, no podía acoger a tantas personas".

El presidente ordenó al Ministerio de Educación "una inspección de todas las escuelas construidas en estas condiciones". Las que estén en situación de riesgo serán clausuradas. La policía y los cascos azules de la ONU contenían a la multitud, mientras los socorristas y voluntarios escarbaban con las manos.