THtasta hoy pensaba que a veces necesitaba perderme para estar solo. Ahora sé que estaba equivocado. Quería extraviarme para que alguien me encontrara, o mejor dicho, para que me reencontraran. Porque el reencuentro es como volver a casa, como empezar las cosas de nuevo, como acurrucarse, como hacerse pequeño y olvidar todo lo malo ocurrido. Hoy me he puesto a escribir y también me he sentido un poco perdido. Estoy jodido, tengo ganas de llorar y sólo quiero que me encuentren. Acabo de escuchar una noticia que me ha partido el alma. Un joven brasileño de 15 años, Jonathan dos Santos Alves , ha estado perdido durante 50 días en la selva y ha muerto poco después de ser encontrado por su padre. Cuando fuerzas de seguridad y vecinos se rindieron, su padre mantuvo la esperanza y continuó buscando. Tuvieron que pasar 50 días. Y tenía razón. Su hijo estaba vivo. Encontró al niño en mitad de la selva, muy débil ya. Supongo que Jonathan sobrevivió todos esos días porque sabía que su padre no cesaría en la búsqueda. Los dos tuvieron el tiempo justo de abrazarse, momentos después el niño falleció en los brazos de su padre. Lo único (poco) que me consuela de todo esto es creer que Jonathan fue feliz durante ese abrazo, durante ese reencuentro. Porque seguramente pensaba que todo volvería a ser como en casa, como empezar de nuevo, como olvidar lo malo ocurrido, como acurrucarse y hacerse pequeño- Me he pasado la vida huyendo de cosas, intentando perderme, engañándome. Ahora sé que estaba equivocado. Siempre lo estuve. Voy a dejar que me encuentren, o mejor, voy a intentar encontrar a los demás. Aunque tarde 50 días, aunque pasen 50 años, aunque tenga que seguir creyendo en todo ello 50 siglos. Puede que ahí resida la felicidad. Puede que sea la mejor forma de sobrevivir.