Bacas compitiendo por rozar las nubes. Abultadas maletas, bicicletas, televisores, la vajilla, incluso una lavadora o alfombras atestiguan, desde lo alto de coches semihundidos por el peso, la bonanza económica de la gozan en este lado del Estrecho, ya sea en España, Francia, Holanda o Alemania, y de la que quieren presumir entre los suyos, más allá de las penurias vividas. Son los otros veraneantes, los miles de inmigrantes magrebís que, desde mediados de junio, inician su propio éxodo vacacional hacía su país de origen.

La mayoría de los inmigrantes opta por cruzar a través de Algeciras para dirigirse a Tánger o Ceuta. La aglomeración de coches en las zonas de embarque impide ver hasta el asfalto, aunque los peores momentos se vivieron el fin de semana pasado, con esperas de hasta diez horas que exaltaron los ánimos de los que querían coger alguno de los 16 ferrys nada más llegar.

Los coordinadores de la Operación Paso del Estrecho contabilizaron el pasado fin de semana 28.071 vehículos y 103.091 pasajeros, un 11,7 por ciento más que en 2004, que embarcaron desde los puertos de Algeciras, mayoritariamente, Málaga y Almería.

Samir es uno de los que esperaron. Llegó a mediodía del martes al puerto de Algeciras tras casi 30 horas de viaje --turnándose como conductor con su hijo mayor-- desde Bélgica, donde regenta un locutorio telefónico, junto a su esposa Leila y dos niñas adolescentes. Se sentía afortunado: "Sólo tengo que esperar una o dos horas para embarcar".

Entre toldos verdes dispuestos a modo de pasillos para dar sombra, la escena se repite en casi todos los vehículos: los conductores salen un rato a despejarse y estirar las piernas mientras beben una taza de té. Hablan de la muerte del Rey Fahd, rezan cuando llega la hora o echan una cabezadita. Las mujeres aguardan en el interior cuidando bebés o acompañando a los menores a las zonas de ocio.

El puerto dispone incluso de una mezquita para evitar los rezos bajo un sol de justicia, que ronda los 35 grados. "Este puerto no tiene nada que ver con el que existía hace unos años" , dijo Leila, bajo la mirada supervisora de su marido. "La espera se hace más llevadera".

Hablan un castellano aprendido en los años en que, tras hacer el recorrido inverso en el Estrecho (Samir en patera) trabajaron unos años en Murcia. Están orgullosos de que, por primera vez, la policía marroquí participe en el dispositivo de la operación, un gesto que será correspondido con la presencia de agentes españoles en Tánger en el retorno. "Puede ser muy útil por la experiencia que tienen, además de una buena ocasión para reforzar los lazos entre ambos países", comentó Samir.