Fabiola de Bélgica tenía a su hermano, el inefable Jaime de Mora y Aragón, y Lady Di, al suyo, Charles Spencer, cuya forma de honrar la memoria de la difunta pasa por convertir el cadáver en el negocio de su vida. Todas las familias, incluidas las reales, tienen su oveja negra en plantilla, y más en estos tiempos en los que la política de puertas abiertas ha convertido la monarquía en un club en el que, de la noche al día, se abolieron, sin más, las selectivas normas de ingreso.

Una de las decisiones más sabias que Juan Carlos I tomó en 1975 fue distinguir claramente entre la familia real --los Reyes y sus hijos-- y los familiares del Rey, que son todos sus parientes.

FUNERAL EN ROMA

El pasado martes, en Roma, se juntó un buen número de familiares reales con motivo del funeral de la infanta Beatriz de Borbón y Battenberg, hija de Alfonso XIII, tía de Juan Carlos I y abuela de Alessandro Lecquio. Nadie pudo evitar que éste, como nieto mayor, se situara en primera posición entre los porteadores del féretro (en la foto inferior) y, sobre todo, que lo hiciera del lado de los fotógrafos para garantizarse el protagonismo del funeral.

Sandra Torlonia, madre de Lecquio, tuvo que convencer a Antonia dell´Atte y a Ana Obregón de la inconveniencia de que sus respectivos hijos, Clemente y Alejandro, asistieran a los funerales de la bisabuela, evitando de ese modo que sus madres respectivas acudieran a la ceremonia que presidieron los Reyes.

A pesar de todas las prevenciones, Lecquio dio la nota al criticar la intención del presidente de Guatemala de acudir al funeral por la infanta. Alfonso Portillo, de visita oficial en Italia, quiso darle el pésame al Rey por la muerte de su tía. Ya se sabe que, en algunas cosas, los latinoamericanos conservan con mayor celo que en España las normas de educación.

LECQUIO: ´UNA CATETADA´

Lecquio, sin embargo, consideró la actitud del mandatario guatemalteco una catetada y así lo dijo en público, poniendo en un compromiso al Rey y demostrando una vez más que ser bisnieto de Alfonso XIII no es garantía de calidad.

Pero no todo son malas noticias entre los parientes regios. Esta misma semana, Constantino de Grecia (en la foto superior, entre su esposa Ana María, a la izquierda, y su hermana Sofía, en 1999) ha dejado de ser el pariente pobre al ganar el pleito que le enfrentaba con el Estado griego y conseguir una indemnización de 12 millones de euros (2.000 millones de pesetas) por los bienes que le fueron expropiados cuando marchó al exilio.

La princesa Irene, que convalece en Madrid de una operación quirúrgica, recibirá 900.000 euros (unos 150 millones de pesetas). Constantino, un hombre que nunca encontró su lugar en el mundo ni su destino en la historia, tiene la gran suerte de contar con la paciencia y bondad de su hermana Sofía, quien, además de darle cobijo en Mallorca y refugio moral, cedió a Constantino sus derechos sobre la herencia de la familia real griega.