TVtale. Jesucristo nació por Navidad y murió en Semana Santa. Pero qué sabemos de su adolescencia. Nada. Qué pudo ocurrir en esa etapa que ningún apóstol se molestó en tomar siquiera unos apuntes? Pues muy fácil, no dijo ni una sola palabra con sentido. Te pasas las horas refunfuñando, andas de la cocina a tu dormitorio con cara de extra de los Soprano y no te soporta ni el Espíritu Santo. Eso es ser adolescente. Imagino el calvario de san José persuadiendo a su hijo para que hiciera un módulo de carpintería y no el de líder espiritual; pero un adolescente escucha a cualquiera menos a su padre. Yo tengo dos adolescentes y sé lo que me digo. Les preocupa el mañana o, por decirlo a su modo, no saben en qué carrera meterse, pero dan más crédito a sus amigos, a la tele y a internet que a los consejos de su padre. Qué les voy a decir yo sino la desnuda verdad: que no hay mejor oficio que el de representante. No hay que ser algo sino representarlo. Alcalde, que representa a un pueblo; Presidente de la Junta, que también representará algo; o Rey, que nos representa a todos. Yo, al menos, en cuanto veo al nuestro subido en lo más alto, pidiendo a los demás que tiremos del carro y luego pienso en cómo vive, su casa, sus amistades, su sueldo, es que no puedo evitarlo: me veo representado como en un espejo. Pero el no va más debe ser que tu hijo se haga representante de Dios en la tierra. Ser Papa, eso sí que mola. Admito que es difícil, que no cualquiera vale para sentarse en una silla de oro y decir que el mundo se dirige a la ruina sin que se te escape una sonrisa. Pero un padre solo quiere lo mejor para sus hijos. Así que yo se lo digo a diario: haceros papas, hijos; pero ni caso. Seguro que por fastidiar se me hacen abogados.