La 14 conferencia de la ONU sobre cambio climático concluyó ayer de madrugada en Poznan (Polonia) con algunos acuerdos esperanzadores, como dijeron los delegados occidentales, pero con la sensación mayoritaria de que se había avanzado muy poco. "Nuestros huérfanos no han sido tenidos en cuenta", proclamó con enfado el ministro colombiano de Medio Ambiente, Juan Lozano. "He estado en 12 cumbres, pero este es uno de los momentos más tristes", le acompañó el delegado indio, Prodipto Ghosh. Se puede discutir quién tiene razón, si los ricos o si los pobres, pero lo que está claro es que el tiempo corre en contra del planeta. Fue descorazonador comprobar que al menos 40 delegaciones nacionales no estaban en sus asientos en el momento de la clausura.

La cumbre de Poznan ha supuesto un hito porque, por primera vez, los países industrializados se han comprometido a poner en marcha un fondo de ayuda económica para que los estados más vulnerables puedan construir diques, arreglar carreteras, crear sistemas de alerta meteorológica y otras medidas para mitigar los peores efectos del cambio climático. Sin embargo, la cuantía que se tendrán que repartir más de 50 estados es tan escasa --80 millones de euros anuales, aunque se espera que pronto se llegue a 300-- que resulta patética, como denunciaron las oenegés de desarrollo. Puestos a comparar, la cumbre internacional tuvo un coste de 24 millones.

Está claro que los donantes estaban más preocupados por la actual recesión que por una crisis a más largo plazo, aunque potencialmente mucho peor. La propuesta más ambiciosa, bloqueada por los países ricos, consistía en aplicar un impuesto en el mercado de emisiones, lo que habría permitido llegar al menos a 1.000 millones anuales. Aunque parece escaso, un acuerdo de suma importancia fue la aprobación de un calendario para elaborar el tratado que ha de sustituir al protocolo de Kioto. El jefe de la negociación presentará el primer borrador en marzo, se debatirá en junio y llegará a diciembre a Copenhague para ser ratificado.