Yakuba, Mubaka... Son los nombres de algunos de los inmigrantes subsaharianos que han llegado a Mérida tras abandonar su país en busca de una vida mejor. El retrato de estas personas y de otros compañeros de viaje forman parte de una colección de cuadros que estos días cuelgan de la pared de la sala de exposiciones de Caja de Badajoz en Mérida.

El autor, Juan Antonio Montero Luceño, ejerció la docencia durante 28 años en el colegio Trajano de la capital extremeña, donde fue director y donde impartió durante años la asignatura de dibujo. Tras jubilarse entró en contacto con la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), una oenegé con presencia en Mérida donde colaboraba enseñando a los inmigrantes a conocer más sobre un idioma y una cultura muy diferente a todo lo que antes habían conocido.

De ahí y de su afición a la pintura, disciplina que ha practicado durante su trayectoria como docente y sobre la que se sigue formando, surgió la idea de una exposición que rinde un homenaje a quienes llegan a España en busca de un futuro mejor.

La colección --que puede verse hasta mañana--, se divide en dos partes. Una titulada ´Figuras´ que está compuesta por los citados retratos, y otra llamada ´Retrospectiva´ en la que toman protagonismo los bodegones y paisajes compuestos por el autor durante su trayectoria.

Con la colección dedicada a Africa el autor pretende "retratar la angustia y la decepción" de quienes se ven obligados a abandonar su país, pero también quiere poner de relieve el "carácter alegre, abierto y solidario" de estas personas. De ello cuenta que en muchas ocasiones al llegar a su destino sufren una decepción al comprobar que el cambio que esperaban en sus vidas está más lejos de lo imaginado.

Algunos de los cuadros --pintados al óleo sobre madera con tonos predominantemente terrosos--, representan imágenes habitualmente asociadas a los países africanos, como una madre que sostiene a su hijo con una expresión dominada por la desesperación que le invade al no poder alimentar a su retoño. Esta parte más desgarradora de Africa atenazada por la miseria, está representada en una mosca, la única con presencia en toda la colección, y a la que el autor invita al público asistente a buscar.

Ya le rondan nuevas ideas para próximos proyectos. Esta es una de las ventajas de poder dedicar a la pintura todo el tiempo que le permite su condición de jubilado, aunque eso si, reconoce que echa de menos el contacto con los alumnos. Los mismos que le apodaron con el nombre de las ceras que utilizaban en clase para realizar sus trabajos. Tras muchos años siendo el Manley en el colegio, ahora se ha apoderado del mote y lo utiliza como nombre artístico. "Prefiero que me digan Manley a muchas otras cosas", señala con orgullo.