El fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, no se cansa de alardear de que esta red social en internet tiene "más de 175 millones de usuarios", por lo que "si fuera un país, sería el sexto más poblado del mundo". Dicho esto, lo que quizá debería haber previsto este joven gurú del ciberespacio es que era muy factible que en un territorio tan habitado se produjera una rebelión social contra las nuevas condiciones de convivencia. El martes, Zuckerberg confirmó sin ambages que Facebook cambiaba su Constitución para tener "licencia perpetua y mundial" sobre todo el contenido, quedándose con las fotos, textos y demás información que colgaran los usuarios pese a que estos decidieran darse de baja. Ayer, temeroso de un golpe de Estado y presionado por el amago de denuncia de la Electronic Privacy Information Center, el padre de la criatura tuvo que recular: "Volvemos a las anteriores normas de uso mientras se trabaja en la nueva versión de la web".

La popularidad alcanzada por Facebook gracias a las facilidades que ofrece para que los internautas charlen, busquen amigos e intercambien programas se ha visto empañada ante la amenaza de que todo ello quedara en manos ajenas pese a la renuncia del usuario a seguir formando parte de esta comunidad virtual. La "licencia perpetua" serviría para que aquellos facebookeros que recibieron una información no se quedaran sin ella tras la deserción del emisor, se defendió Zuckerberg. Esta explicación, sin embargo, no fue suficiente para convencer al pueblo y, poco después, el mismo jefe de este ciberestado tuvo que evidenciar en su blog la marcha atrás.