"El rey negro se ha acordado de los suyos", ironizó ayer Hassan, de 27 años, uno de los miembros de la ahora millonaria comunidad senegalesa de Las Torres de Cotillas, más integrado en el pueblo que los calabacines. En un ambiente de jolgorio desatado, sus vecinos murcianos le hacían reverencias y hasta le besaban los pies.

Cientos de personas, más curiosos que agraciados, se arremolinaron ayer a mediodía frente a la administración número 1 de Loterías, en pleno centro. Corrió el cava catalán, la sidra, los cánticos a favor del Plan Hidrológico Nacional y, en el clímax de la euforia, muestras de afecto generalizadas hacia los inmigrantes.

La lotería siempre cae bien, caiga donde caiga, pero cuando cae sobre un hombre que cruzó el desierto de Mauritania a pie y el estrecho de Gibraltar en patera, la euforia roza la parálisis. "Me ha tocado un poco, no sé cuánto, me tiembla todo. Pero lo que se gane es de todos. Entre nosotros nadie puede tener más si ve que un hermano tiene menos", explicó Salem, de 24 años, natural de Louga, ante la mirada perpleja de un cazatesoros bancario.