Richard Dawkins, el etólogo, divulgador científico y activista ateo que ocupa un papel tan capital y omnipresente que en la prensa anglosajona se discute incluso si es ahora más o menos agresivo que hace un par de décadas, fue ayer investido honoris causa por la Universidad de Valencia. El hombre a quien los lectores de la revista Prospect designaron en el 2004 como el intelectual más importante de Inglaterra hizo las dos cosas que mejor sabe hacer, aunque para él son una sola: ensalzar la ciencia y atacar la religión, un fenómeno que ofende cada uno de los huesos de su cuerpo racional.

"¿Cómo se puede sostener que los condones agravan el sida? Solo diré una cosa: el Papa es estúpido, ignorante o malintencionado. Si la gente toma en serio sus palabras, Benedicto XVI será responsable de la muerte de miles, quizá millones de personas", argumentó Dawkins.

Alguien le preguntó entonces sobre la campaña del autobús ateo --Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida , dicen los anuncios--, que él apadrinó en el Reino Unido y después fue importada a España. Allí, la reacción de los distintos credos fue suave. Aquí ocurrió lo contrario: los obispos señalaron que la iniciativa era "blasfema" y atentaba contra la libertad religiosa.

No lo sabía. "¿Ah, sí? Es el típico pensamiento teológico: carece de lógica e impone normas de conducta. Se trata del doble rasero de siempre. La sociedad acepta que podamos decir lo que pensamos sobre cualquier cosa, menos sobre la religión. Esa doble moral tiene que acabarse. Cuanto más piense la gente, más probabilidad hay de que deje de pensar en Dios".