El agua del Tíber no llegará al Panteón, como sucedió repetidamente hasta principios del siglo XX, pero Roma vive desde ayer la mayor crecida del río en los últimos 40 años y una de las más altas del último siglo. El nivel del agua en la ciudad pasó en pocas horas de los tres o cuatro metros habituales a los 14 metros.

El mal tiempo que está azotando las regiones italianas ya ha causado tres muertos, el hundimiento de decenas de carreteras nacionales y provinciales, la interrupción de una parte de la gran ronda que rodea la capital y el aislamiento de multitud de caseríos de los Alpes.

Tres barcazas ancladas en el Tíber, a bordo de las cuales había restaurantes, rompieron los cables de amarre y se fueron río abajo, taponando parcialmente uno de los puentes que cruzan la ciudad. Como medida de precaución, 1.000 personas han sido desalojadas de sus viviendas en el norte de Roma, donde el río no cuenta con los altos arcenes de piedra que se construyeron 100 años atrás.

Los servicios de Protección Civil habían previsto que la subida máxima del Tíber debía producirse entre la una y las tres de la madrugada de hoy, principalmente en el norte de la ciudad y en el sur, en la zona de Fiumicino, donde desemboca el río. El servicio metereológico ha informado de que en los últimos 45 días han caído en Italia 400,7 milímetros de agua, frente a los 443,36 del 2007. La espectacular crecida obligó ayer a cerrar tres puentes urbanos y la isla Tiberina, donde hay un hospital.

"El Tíber no es un espectáculo, quedaos en casa y no salgáis en coche", pidió ayer Gianni Alemanno, alcalde de Roma, al tiempo que tranquilizaba a los ciudadanos asegurándoles que "no se producirá ninguna inundación". Se han suspendido decenas de espectáculos.