Ocho carrozas participaron ayer en la romería de Piedraescrita, fiesta declarada de interés turístico regional que se celebra todos los lunes de Pascua en la población de Campanario. Gran ambiente en el desfile de carrozas de esta fiesta caracterizada ayer por su colorido y por el tremendo calor, más que primaveral, veraniego.

El tradicional desfile de carrozas comenzó sobre las 10 de la mañana en el Parque de la Constitución y recorrió diversas calles de la población.

Una vez concluido el desfile de carrozas, la fiesta se trasladó a los alrededores de la ermita de la Virgen de Piedraescrita, a escasos kilómetros de Campanario, donde se celebra un día de romería tras la misa y la procesión de la Patrona de La Serena.

Las carrozas se construyen en remolques agrícolas a base de madera, cartón, papel de seda de colores y puchas (compuesto de harina y agua, que se utiliza como pegamento). En el desfile de ayer las carrozas se inspiraron en Egipto, la antigua Roma, los dibujos animados del Correcaminos y el queso de la Serena, entre otros motivos.

Las chicas y chicos que las realizan, en número que oscila entre quince y veinticinco, sirven a su vez de adorno a la propia carroza, vestidos con indumentarias relativas al tema y entonando canciones.

Por otra parte, los mozos preparan sus caballerías, enseñándoles diversos pasos y movimientos, así como preparando los 'atavíos', que en Campanario se conocen con el nombre de 'caídas', siendo famosas por su belleza y colorido.

La devoción a la Virgen de Piedraescrita se remonta a finales del siglo XIII y principios del XIV, cuando las tierras de la Serena acababan de ser reconquistadas a los almohades y anexionadas a la Corona de Castilla.

La Virgen primitiva de Nuestra Señora de Piedra Escrita data aproximadamente del siglo XI; su último retoque tuvo lugar en 1893, a causa de grietas y desconchados que habían aparecido en los rostros de la Virgen y el Niño.

Cuenta la leyenda que un pastor encontró la imagen primitiva de la Virgen en el lugar donde se asienta el Santuario, en un hueco del terreno, entre pizarras y cubierta con una lápida romana de granito.

Posiblemente en la huída de la persecución, los cristianos la depositaron en aquel lugar, para evitar que cayera en manos infieles y fuese profanada.

Ambos rostros fueron sustituidos por los de hoy, de líneas más delicadas, pero desprovistos de las características de época y de la ingenuidad primitiva.

Debido a los destrozos causados a la imagen durante la Guerra Civil, se reprodujo una nueva, encargada en 1940 al artista Rivera, de Sevilla, de madera de cedro y en perfecta imitación.