En Extremadura podemos presumir de pueblos singulares, entrañables, espectaculares. Hay en concreto uno que es la cuna de la cultura de Extremadura. Me refiero a la Puebla de Guadalupe, declarado Patrimonio de la Humanidad por su singularidad universal. Es pintoresco, artesano, ascético, acogedor, con un gran pasado histórico.

El turista que se acerca a Guadalupe vuelve con los ojos impregnados del arte contemplado en obras de Zurbarán, Rembrant, Goya, del tesoro de la Virgen, la arquitectura del santuario y, en las manos, algún objeto de cobre y un rosco de muégado, y con los pulmones henchidos del aire de la sierra de las Villluercas, subyugado por la belleza del paisaje de sus alrededores.

La Puebla puede presumir de tradición humanista y musical, amén de su monasterio que comenzó a construirse por orden de Alfonso XI en el siglo XIV, hasta alcanzar las magnas proporciones de hoy día. El monasterio ayudó económicamente a la conquista de Granada y a la aventura americana.

Pocos pueblos de Extremadura pueden presumir de albergar documentos importantísimos y de haber sido testigo de la estancia de reyes (Isabel la Católica estuvo más de veinte veces) y príncipes para su educación, escritores, santos y hasta el papa de Roma. En la pila de la plaza Mayor se bautizaron los primeros indios que trajo Colón.

La devoción a la Virgen de Guadalupe, patrona de Extremadura, ha traspasado fronteras de la mano de nuestros conquistadores, que dieron nombre a numerosos lugares del continente americano y entronizaron la devoción a la Morenita, proclamada Reina de la Hispanidad en 1928.

Por algo se celebra allí cada año el Día de Extremadura. Y Toledo no lo suelta, a pesar del clamor de asociaciones como Guadalupex y del sentir del pueblo extremeño. Pese a todo lo que representa, significa y atesora, en historia, en cultura, en monumentalidad y en religión, Guadalupe está adormecida y lejos del puesto que debería tener en España y en el mundo, como tuvo durante siglos.

No sé si habrá algún extremeño que no conozca Guadalupe, debería ser obligatorio peregrinar allí al menos una vez en la vida, como los musulmanes a la Meca.