Todo empezó hace un año. En un artículo difundido en Novaya Gazeta y titulado Los grupos de la muerte, la periodista Galina Mursaliyeva daba cuenta por vez primera de la existencia en Rusia de «numerosas comunidades de internautas» en VKontakte, una versión rusa de Facebook, donde se incitaba a los chicos «al suicidio».

Pese a que se trataba de una primera aproximación al fenómeno, había identificado detrás de esos perfiles falsos a «adultos» con «conocimientos de psicología» que, de forma «sistemática y planificada», llevaban al adolescente hasta «el abismo», sugiriendo a las chicas que eran «gordas» y llamando a los chicos «perdedores para este mundo».

Lo más preocupante, según denunciaba, era el desconocimiento de los padres de lo que pasaba. Galina contabilizó «al menos» 130 suicidios inducidos entre noviembre del 2015 y abril del 2016, al tiempo que entregó a las fuerzas del orden del material para que «reaccionaran». Rusia es, con diferencia, el país más afectado por la ola de suicidios, tras jugar a la Ballena azul.

El arresto del presunto creador del juego, Filip Budeykin, no ha frenado la alarma social en Rusia. Budeykin, tratado en un centro psiquiátrico por «personalidad bipolar», ha recibido docenas de cartas de amor de adolescentes. Según la ley, las autoridades de la prisión no pueden impedirle que reciba los mensajes y que los responda. El detenido ha admitido haber empujado al suicidio a 16 chicas que, según él, «querían morir». El móvil que le empujó a hacerlo era «liberar a la sociedad» de los «deshechos biológicos», de «aquellos que no aportan ningún valor». M. M.