Son difíciles de olvidar las noches hooligan de San Antoni (Eivissa). A la una de la madrugada empiezan las carreras beodas por los pasillos del hotel. A las dos, la pareja de la habitación contigua resuelve a gritos sus diferencias, con lanzamiento de vasos incluido. A las tres llegan unos alaridos desde la piscina, como si estuvieran degollando a un cerdo. Son media docena de energúmenos británicos enseñando sus rosados traseros a las chicas del séptimo piso, una de las cuales vomita desde las alturas. El recepcionista se encoge de hombros: "Es lo que hay". Ya a las cuatro se oye un grito, un silencio y, luego, un golpe seco. Un tipo rubicundo y nada atlético se ha tirado del segundo piso hasta la piscina. Ha calculado fatal y se ha destrozado las rodillas en el bordillo. Mientras pierde el conocimiento, si es que antes lo tuvo, sus amigotes ríen como hienas. Risas, ambulancias y sirenas policiales amenizan el resto de la noche.

El balconing , tirarse borracho y/o drogado desde el balcón hasta la piscina para reírse, quedarse inválido o matarse, se ha convertido en moda. Una moda que ha dejado ocho cadáveres este verano en Baleares --entre los cuales hay algún suicidio directo-- y una larga lista de inválidos (por ejemplo Ryan Ellen, de 20 años, que sigue vivo, pero con la espalda rota por tres partes, un pulmón perforado y traumatismo craneoencefálico). Los últimos muertos han sido Kevin Anthony, un británico de 26 años que el 5 de septiembre murió al caer desde el quinto piso de unos apartamentos en Puerto Adriano, y Davide di Rienzo, de 25 años, que el pasado domingo se precipitó desde el séptimo piso de un hotel de la ibicenca Playa d´en Bossa. Ambas muertes se produjeron a las 7.30 de la mañana, y ambos individuos presentaban los mismos síntomas: consumo elevado de alcohol y drogas.

El balconing también abarca a los insensatos que sin querer lanzarse adrede, caen mientras intentan cruzar de un balcón a otro, como le ocurrió el 2 de julio, en el hotel Saga Arenal Llucmajor (Mallorca), a Svenja Neskens, alemana de 20 años que se encontraba de viaje de estudios. Quería cambiarse de calzado para ir a una fiesta. Estaba en la habitación contigua a la suya y en lugar de ir por el pasillo, saltó por el balcón. Resbaló, cayó y murió en el acto.

Turismo en juego

Pese a todo, las tragedias del balconing no acaban de activar a los actores principales del turismo balear, promotores y políticos. Los primeros se han apresurado a decir que cumplen las normas de seguridad y entienden que frenar el fenómeno excede a su capacidad, que harían falta campañas con dinero público similares a las de Tráfico. Pilar Costa, consejera de Innovación, Interior y Justicia del Gobierno balear, prefiere "no ser alarmista" (hay mucho negocio en juego, el turismo) y recuerda que "en los hoteles hay advertencias para que los huéspedes hagan un buen uso de las instalaciones y no se pongan en peligro saltando balcones".

Parece claro que ninguna de esas advertencias detendrá a la legión de candidatos a estamparse. Chavales británicos que se han pasado el invierno viendo vídeos de balconing en Youtube o chavales españoles --cada vez más-- que están deseando poner en práctica lo que aprenden en grupos de Facebook como El psicópata que anda detrás del balconing tirando guiris por los balcones o Yo también dije: Tranquilos que controlo y acabé haciendo balconing. Pulsiones tan intensas, dicen los psicólogos, no se aplacan subiendo la barandilla de los 1,05 metros reglamentarios a los 1,20 propuestos. Ni acristalando el balcón. Esto último, según los hoteleros, sería un insulto, presuponer que todo cliente es balconingadicto .

En Argentina, el cantante Charly García, saltó desde el séptimo piso de un hotel de Mendoza, el 4 de marzo del año 2000. Muchos fijan aquí el nacimiento del balconing , aunque todos coinciden en que el máximo difusor de la cultura temeraria fue el programa de la MTV Jackass . Grabar la hazaña sigue siendo parte esencial del juego, y la red está llena de vídeos que acaban bien: el chaval chapoteando en el agua y todo el mundo tronchado de risa. Como el salto de Charly García, profusamente televisado. Saltó desde 20 metros, no se hizo nada y concedió entrevistas en el agua. La grabación acabó siendo un referente en Youtube.

Según el presidente de la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de la Comunidad de Madrid, Javier Font, evitar la publicidad es clave. "Hay que quitar repercusión al balconing , que pase sin pena ni gloria". En pleno auge de la videocracia, no parece posible. La televisión vive cada vez más de las imágenes espectaculares, y éstas, desde luego, lo son.Hace unos meses, la prensa británica llevó a sus páginas la historia de Andrew Henderson, un inglés de 21 años que llegó a España a pasar unos días con dos amigos, Lee y Alan. "Estuvimos todo el día bebiendo", declararon después. A las 5.30 de la madrugada escucharon un golpe: Andrew se había caído desde el quinto piso cuando intentaba llegar a la habitación por la terraza. Abajo, los servicios médicos hallaron su cadáver. En el balcón, sus zapatos. Otros clientes dijeron que le habían visto hacerlo antes y le habían afeado la conducta. "Tranquilos, estoy jugando con mis amigos", dicen que respondió Henderson.

"A veces están bajo efectos de alucinaciones, tanto que llegan a pensar que pueden volar, se sienten superhombres y pierden el sentido del riesgo", dice la doctora María Alós, del Hospital Son Dureta, en Palma. Para Juan José Riera, presidente de la Federación Hotelera de Eivissa, esos jóvenes se sienten héroes, pero en realidad son kamikazes.