La crisis y los recortes abrieron un boquete en la ciencia española por el cual salió mucho del talento investigador del país, y aún no se ha cerrado. Este retrato de la situación, compartido por buena parte de la comunidad científica, queda reflejado en las dos mayores bases de datos de currículos de investigadores (ORCID y ResearchGate), publicadas la semana pasada. Estos registros permiten rastrear los movimientos entre países de miles de investigadores, analizando la secuencia de sus afiliaciones académicas.

Se trata de una oportunidad inédita, ya que no existe un censo global de científicos. Tampoco el Ministerio de Economía y Competitividad, del cual depende la carpeta de ciencia, se ha ocupado de seguir las migraciones de los investigadores españoles, aunque diversas organizaciones científicas ya alertaron sobre una posible «fuga de cerebros».

Los nuevos datos no dan la respuesta definitiva sobre este asunto, ya que las muestras no son «estadísticamente representativas», como las que se utilizarían en una encuesta: en ellas están representados en exceso los investigadores más jóvenes, más activos y occidentales. Sin embargo, se trata de los mejores datos disponibles: la muestra de ResearchGate contiene a 1 millón de científicos de todo el mundo y la de ORCID, a casi 750.000.

«No se pueden tomar estos datos al pie de la letra, pero no cabe duda de que contienen fuertes señales de que sí ha habido una fuga de cerebros», explica Maarten Rikken, de ResearchGate.

FLUJOS HACIA AFUERA // La indicación más contundente es la comparativa entre movimientos de entrada en España y de salida. En la última década, el 4,3% de las migraciones consignadas en la muestra de Researchgate fueron hacia el extranjero. Los opuestos fueron tan solo el 3,5%.

El mensaje es aún más claro si se mira la evolución de estos flujos. Cada año, entre el 2000 y el 2010, la salida de cerebros quedó compensada por una entrada igual, o incluso mayor. A partir del 2010, este equilibrio se descompensó. En el 2013, por cada dos salidas de científicos solo hubo una entrada. Desde entonces, las cosas han mejorado, pero aún en el 2016 hubo 4 inmigraciones por cada 6 emigraciones, una situación peor que la de los peores años anteriores a la crisis en la serie (2000 y 2001).

Los movimientos registrados por ResearchGate son independientes de la nacionalidad de los científicos: un científico extranjero que vuelve a su país cuenta como pérdida de talento y un científico español que vuelve a España cuenta como adquisición de talento. Los datos de ORCID, al contrario, atribuyen la nacionalidad más probable a cada investigador: el país que consta en la primera afiliación de su currículo. Bajo esta asunción, se ve que en el 2016 en la muestra había más investigadores españoles residentes en el extranjero (2.400) que extranjeros residentes en España (1.900).

Estos resultados no le sorprenden a Nazario Martín, presidente de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE). «El flujo hacia fuera es una consecuencia lógica de la desinversión», afirma. Desde el 2010 la ciencia ha perdido más de un tercio de su presupuesto (un 40% entre 2010 y 2013). A la vez, la contratación de investigadores se ha congelado (entre el 2011 y el 2014, se necesitaba la jubilación de 10 científicos para autorizar la contratación de uno).

«Las mejores perspectivas y mayor estabilidad de la carrera profesional son las principales motivaciones para emigrar», explica Manuel Castellano, presidente de la Asociación de Científicos Retornados en España (CRE). «Si eres extranjero, hay pocas motivaciones para venir».