La unidad de abusos a menores del Hospital de Sant Joan de Déu (HSJD), de Esplugues, informó en febrero a la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA) del historial médico que el centro abrió a Alba C., en agosto del 2005 por un supuesto maltrato sexual que no habían podido investigar. Los médicos intentaron que llegara hasta el fondo de una exploración que no lograban completar por la nula colaboración de la madre, que había desatendido las citas con los psicólogos que debían analizar a su hija.

Cuando el Hospital del Vall d´Hebron informó en diciembre a Sant Joan de Déu del ingreso de Alba, y de las lesiones que sufría, los pediatras del hospital infantil empezaron a completar un puzle que estudiaban con dificultad, del que sólo conocían el desinterés de una madre por su hija, y la insistencia de la mujer en implicar en un caso de abuso sexual al padre de la pequeña.

"Sabíamos que esa madre no cuidaba bien a su hija y que no acudía a las citas que le marcábamos, pero no protegimos a la niña, como hacemos en esos casos, porque la mujer nos aseguraba que el agresor vivía en Fraga (Huesca) y que no tenía previsto visitarlo", explicó ayer Jordi Pou, coordinador de la Unidad Funcional de Abusos a Menores del HSJD. Tampoco les dijo que en esos momentos vivía con otro compañero.

LLEGAN A URGENCIAS Ana C., y su hija Alba, de 5 años, llegaron por primera vez al servicio de urgencias del HSJD el 9 de agosto del 2005. La mujer relató que la niña sufría una vulvitis --inflamación de la piel de la vulva-- porque su padre, Alvaro Luis C., había abusado de ella. Los medicos exploraron a la niña y no hallaron lesiones físicas. La pequeña no explicó nada, por lo que desde urgencias se citó a madre e hija en la unidad de abusos a menores. "No acudieron a esa cita", prosigue Pou.

El 20 de agosto, se repitió la escena en el servicio de urgencias, donde se volvió a explorar a Alba sin detectar síntomas de la agresión paterna que describía la madre. De nuevo se la citó en la unidad especializada en abusos. "Se presentó dos meses después, el 13 de octubre --afirma Pou--. Visitamos a la niña y dedujimos que se trataba de un posible cuadro de lucha entre una pareja: la mujer acusaba a un hombre de unos abusos no detectables que ella no demostraba. Sin pruebas, no podíamos actuar". Entonces las citaron con el psicólogo. No volvieron nunca más.

"Si hubiéramos podido entrevistar a Alba, tal vez hubiéramos averiguado su situación --asegura el pediatra-. Hay muchos detalles que son útiles".

La unidad de abusos a menores atiende cada año a una media de 230 menores de 15 años --un 80% de ellos son niñas-- que llegan con un familiar que relata una supuesta agresión sexual. En un 52% de los casos, los pediatras y psicólogos no consiguen confirman un diagnóstico de abusos. "En estas historias se mezclan muchos conflictos de pareja", explica el médico. Cuando hay pruebas acuden a la Fiscalía de Menores.