TDtespués de que la agencia Standard & PoorIs dijera que el país está hecho unos zorros y con menos credibilidad que la declaración de la renta de Roldán , el Gobierno decidió poner en marcha un plan urgente de austeridad. La primera medida del presidente fue convocar cónclave de ministros en un céntrico hotel de la ciudad. Llamó a uno de sus secretarios de confianza de entre los quince secretarios de confianza que tiene a su disposición y le ordenó que ordenara al piloto del helicóptero que estuviera listo en una hora. Los ministros hicieron lo propio, que para eso están, y ordenaron a sus secretarios personales que ordenaran a sus secretarios personales que los chóferes de los coches oficiales se personaran a la voz de ya. Tres docenas de policías cortaron el tráfico de varias manzanas alrededor del hotel que, por supuesto, fue alquilado por entero por motivos obvios de seguridad. La comida fue un holocausto de gambas regadas con trescientas botellas de agua mineral de marca. Pero mereció la pena. Vislumbraron luz al final del túnel. Se llamó a los presidentes de las comunidades autónomas. Los presidentes se personaron al día siguiente en la capital, donde tres docenas de policías cortaron el tráfico de varias manzanas alrededor de un céntrico hotel alquilado para la ocasión. Otra comida, otras trescientas botellas de agua mineral, y los presidentes regresaron satisfechos a sus califatos. Cada presidente llamó a sus quince o veinte consejeros y cada consejero llamó a sus quince o veinte asesores y, entre todos, después de varios desayunos, comidas y cenas de urgencia, diseñaron una campaña de concienciación en la que se muestra bien a las claras lo mucho que importa a la salud de este país el que usted y yo nos apretemos el cinturón.