TCtcompruebo con cierta desazón que cada vez son más los desaprensivos que me tratan de usted. A muchos les agrada esta distinción , que consideran un gesto de respeto hacia su persona. No es mi caso: preferiría que me respetaran menos y me tutearan más. Empiezo a acomplejarme. Aunque tenga un pie en el Más Allá sigo reivindicando un poco de desenfado para el otro pie, el del Más Acá, ese que aún no se ha atrevido a dar el paso definitivo por miedo al abismo. Es cierto que en estos meses he envejecido prematuramente. Los tratamientos médicos (antes la quimioterapia, ahora la radioterapia) me han salvado la vida, no lo niego, pero me han dejado más arrugado que la Sábana Santa. Envidio a quienes afirman que el cáncer les ha ayudado a madurar interiormente: a mí solo me ha hecho madurar exteriormente. (O sea que esta enfermedad les aporta sabiduría y paz interior a algunos mientras que a otros solo nos deja un bosque de canas).

Así que, anticipándome en el tiempo, ando estos días enfangado en la crisis de los 40, preguntándome, con aires de bolero, en qué momento la juventud se alejó de mí. Ya sé que no tengo edad ni figura para desfilar en la Pasarela Cibeles, pero mientras sea capaz de nadar a croll cuatro largos en la bañera sin ayuda de un asistente social creo que tengo cuerda para rato.

No pretendo perpetuar la juventud contra viento y marea, me bastaría mirarme en el espejo y experimentar la sensación de que estoy más cerca de mis correrías infantiles que de ocupar una habitación en una residencia de la Tercera Edad.

En fin. Sepan ustedes que por ahora me gustaría que me siguieran llamando de tú.