Para conocer la Italia actual hay que leer Gomorra de Saviano . Para conocer la verdadera India hay que leer Tigre Blanco de Aravind Adiga . Pero, qué libro habría que leer para conocer España. Yo no lo sé, pero dudo que ningún libro haga un dibujo tan exacto de la evolución de este país en los últimos treinta años como el recorrido que lleva de Serrat a Sabina . Joaquín Sabina es nocturno, ácido y cínico, cantor del desencanto y la perdición. Sabina canta a la ciudad con la desesperanza del enamorado que sabe que ha puesto su corazón en el sitio equivocado. Sabina es la voz de los que pasaron por la transición y dejaron las suelas de la ilusión en el camino. Serrat es otra cosa. Serrat canta siempre a un pueblo blanco donde los canales son ríos, donde las muchachas se recogen a las diez de la noche y a sus madres se las llama señoras. Melancolía tras los cristales y unos besos de contrabando en un soportal. Serrat es el hijo bueno que con el jornal del primer éxito va y le compra un piso a sus padres. Con Serrat siempre hay luz al final del camino. Ahora le dan a Serrat el Premio Nacional a las Músicas Actuales, precisamente ahora que su canción no es actual. Si acaso es tan actual como un cuadro de Velázquez , un clásico. Merece este premio porque merece todos los premios. Una vez cantó en mi pueblo Palabras de amor en catalán y algunos cafres empezaron a silbarle, pero de entre el público salió una ola de aplausos que ahogó la intención de los incultos. Mucho mérito de esa ola es suyo. El ha hecho que muchos amemos Cataluña y el catalán sin más arma y sin más discurso que su sentido común y su música. Sus canciones son hoy como un queridísimo álbum de fotos. De cuando en cuando las hojeamos y nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve.