Miguel Angel Perera estuvo ayer en un tris de abrir la Puesta del Príncipe. Sólo le faltó que el sexto toro no se le rajara como ocurrió tras cuajarle en una primera mitad de faena. Fue una pena porque el torero dejó en el mítico albero sevillano la impronta de un toreo de enorme calidad, pero también de gran verdad. Y es que en la tarde de la despedida de Eduardo Dávila Miura, un diestro honrado que ayer se fue de los toros, lo mejor de lo que ocurrió en el ruedo fue lo que realizó el diestro extremeño, en una tarde pletórica que confirma su gran final de temporada.

PLANTO CARA AL PRIMERO Su primero, de bellas hechuras, llegó a la muleta a la defensiva, mirón y más pendiente del torero que de seguir el engaño. Con gran decisión Perera le plantó cara, primero en el toreo fundamental, colocado en el sitio, llevándole con limpieza, lo que no era fácil. Así le fue robando los muletazos por ambos pitones hasta que se paró. Entonces se vio a un Perera ambicioso, porque le robó dos circulares invertidos el pitón izquierdo en los que primó el aguante. Mató de una gran estocada y paseó su primera oreja.

El quinto era un toro de tremenda presencia. No se empleó en los dos primeros tercios pero tuvo buen són en el inicio de faena. Le citó desde los medios para el pase cambiado y siguió con uno de pecho. No repetía el toro pero a continuación se pudo apreciar la pureza del toreo del diestro extremeño. Le dio sitio y le adelantó la muleta.

BUEN TEMPLE Con esa premisas, más el temple y el dejarle la muleta puesta, pudo cuajarle tres tandas en redondo de gran contenido, la mano baja llevando muy largo al astado.

Cambió de mano más el de Ortega se fue con descaro a tablas. Le había podido el torero y ya poco más que matarlo pudo hacer. Como se fue también tras la espada, redondeó su tarde con otro trofeo clamorosamente solicitado.

CAL Y ARENA Dávila Miura, en tarde tan significativa para él, tuvo el lote más completo. Justo de fuerza pero con mucha calidad el que abrió plaza, le hizo un trasteo de voluntarioso pero muy desigual, mejor cuando le tomó en redondo por el pitón derecho. Lo mismo sucedió ante el último toro de su vida torera, noble y con clase en la muleta. Fue esa una faena a menos tras dos series profundas con la diestra, que no tuvieron continuidad. Paseó sendas orejas de un publico de excepcional sensibilidad.

José María Manzanares tuvo dos toros que siempre se mantuvieron a la defensiva. Puso voluntad pero no pudo hacer más.