Ayer escuché una discusión entre dos conductores que giraba en torno a un verbo. El primero le gritaba al segundo "que te follen" y el segundo le respondía al primero "que te follen a ti". He mirado el significado del verbo follar y parece ser que procede del término latín follicare (soplar). Curioso, todo cambia con el tiempo, antes el sexo se soplaba y ahora se utiliza como arma arrojadiza o, peor aún, se estudia. Es lo que se lleva, estudiar el sexo, pero no el nuestro, el de las moscas. A mí me parece que hay otras cosas más importantes en las que gastar dinero que en investigar la orientación sexual de las moscas y el efecto que produce el alcohol en sus relaciones amorosas, pero es lo que se lleva. A los investigadores les ha dado en los últimos años por estudiar insistentemente a la drosophila melanogaster , la mosca de la fruta, la mosca cojonera de toda la vida, supongo que por el gran parecido que tiene con el ser humano. Dicen los científicos que han conseguido alterar la orientación sexual de las moscas enganchándolas al alcohol. Es decir, que durante un largo periodo de tiempo suministraron a los insectos cantidades de licor suficientes como para emborracharlos. Resultado: las moscas macho se pusieron tontorronas y terminaron eligiendo como compañeros sexuales a otras moscas de su mismo género. Y ustedes se preguntarán que para qué sirven estos estudios. Para jodernos unos a otros, ya habrá alguien que los use, por ejemplo, para engordar las teorías homófobas de la Iglesia o los decálogos conservadores en favor de la familia tradicional. Somos así. Viene de antiguo. El problema de los científicos es que soplan poco y el de los demás que andamos todo el día soplándonos unos a otros como moscas cojoneras.