El Pericuto es una colina presumida y estratégica que se ve desde cualquier parte. El Pericuto es un monte vigía a cuya falda nació Aliseda. Sus laderas se alargan hacia el corazón de la sierra de San Pedro y allí, entre vaguadas y oteros, una dehesa llamada Los Guateles se ha convertido este fin de semana en protagonista de todas las tertulias de secador.

El aire húmedo del Atlántico se estrella contra la pantalla del Pericuto y aterriza manso y seco sobre Aliseda y sus campos. Ese viento produce el efecto de Foëhn (topónimo suizo) en las personas, manejando los temperamentos y provocando un espíritu especial en los ciudadanos helvéticos de Foëhn y en los extremeños de Aliseda. El efecto del Pericuto hace que los aliseños tengan un peculiar encanto que ha seducido al Litri.

En la finca del torero trabajan nueve personas, pero estos días, sólo en sus jardines han estado empleados ocho aliseños. En el pueblo se saben estos detalles y otros muchos que desconocen Teresa, Rosa María, Coto, Boris y la corte madrileña del periodismo hepático que estos días recorre las calles de Aliseda intentando que los viejos y las muchachas metan la pata ante un micrófono para que les queden graciosos sus programas.

Pero Amelia, Rocío, Claudia, Campo, Melisa, Fani, Judith, Mario, Tania, Juana, Sara o Raquel saben y callan. Estos jóvenes de Aliseda han visto a Rocío Jurado sin maquillar y a Ortega Cano con dolor de muelas. Conocen el romance de Litri y Carolina Adriana desde el primer beso. Saben que Ponce va a la finca de los Pinilla, que al Juli le gusta la miel del pueblo y que a Patricia Rato le emociona la berrea de septiembre. Las exclusivas estos días no están en la tele, sino An Ca Figue , el bar estrella de la movida aliseña. Allí, alrededor de un futbolín, Juanjo y Víctor Hugo podrían contar más cotilleos que todas las terelus juntas. Pero callan porque la sombra del Pericuto es alargada y hace a las gentes sabias y discretas.