Hace poco escuché de alguien, sinceramente no sé quién, algo así como que la muerte de toda buena persona debe ser algo que cobre el valor de lo trascendente. Yo personalmente estoy de acuerdo con ello. Las sensaciones muchas veces son de pasar por la vida y luego por la vida a la muerte, como popularmente, se dice sin pena ni gloria, ¡Qué simple y triste¡ Esta mañana recibí una llamada del colegio de mis hijos para comunicarme que madre Inés había muerto. Madre Inés es un ser anónimo para muchos, como en definitiva lo somos todos; pero para mí no es así. Fue una religiosa Escolapia, que impartió a mis hijos dos cursos de Primaria en el colegio de MM Escolapias de Mérida. Les dejó una importante huella de sus enseñanzas en todos lo aspectos. Tuve el placer de comunicarme con ella y de aprender de ella. Hablaba de austeridad, disciplina, vocación de trabajo y estudio, fe y resignación.

La última carta que recibí, desde Madrid, hablaba de su enfermedad y de cómo ponía en manos de la Providencia, si convenía su curación o no. Eso es resignación, un concepto denostado, aburrido y no políticamente muy correcto, impropio diría yo de una sociedad como la nuestra, en la que el culto a lo inmediato nos hace intolerantes ante lo inevitable.

Sirvan estas líneas para dejar constancia de mi gratitud hacia esta madre Escolapia que se ha ido, seguro al lado de Jesús y María, por enseñar tantas cosas buenas y sencillas a mis hijos, y también a mí. Tenemos tanto que aprender a veces de los demás que nuestra vida nos hace ciegos a ello. Afortunadamente yo fui consciente de tu sabiduría, querida madre Inés. Con todo esto expreso, sin más, mi sentir por un magnífico ser humano, haciendo uso de un mini deseo de esta Navidad pasada. Si sientes que de alguien debes decir algo bueno... pues exprésalo : Eso es lo que hago en este momento. Descansa en paz querida madre Inés. Nosotros, mientras... rezaremos.

Carmen de Sande Murillo