TEtscribes meditados artículos en torno al arte con citas de Adorno y Debussy y nadie te hace caso. Intentas reflexionar sobre el crepúsculo de las ideologías, el inexorable paso del tiempo o las esencias inmutables de Extremadura y te dejan la columna a medio leer. Pero comentas las excelencias de la Thermomix , ironizas sobre el pádel o comentas las propiedades milagrosas de los rodillos de jade y no paran de llamarte, de escribirte, de comentarte. Uno quisiera ser trascendente, polisémico y referencial, pero la realidad te moldea anecdótico y jocoso. Así es el periodismo local, siempre en el límite entre el garbanzo y la categoría.

El otro día escribí sobre los milagrosos rodillos de jade y me ha llegado un aluvión de mensajes. Una señora de Arroyo me paró por la calle para comunicarme que a ella, en cuanto está una semana sin pasar por las camas del coreano Sun, le da el mono y se tiene que venir de su pueblo para masajearse y recuperar el bienestar. Una anciana me ha pedido que aclare que a los masajes del coreano Sun hay que llevar una sábana. Aunque el caso más sorprendente es el de un caballero que me abordó para pedirme que contara lo del sillón de la próstata: un butacón situado junto a las camas coreanas donde se sientan los varones para recibir benéficos masajes prostáticos. El susodicho me confesó que desde que acude al sillón de la próstata, disfruta de frecuentes erecciones espontáneas. Y uno, qué quieren, ha de olvidarse de sus aburridas tendencias metafísicas y contar estas cosas tan estimulantes.