En la generación de niños que han cumplido los 10 años y no llegan a los 15 abundan aquellos que no encuentran a nadie en casa cuando vuelven del colegio por las tardes. Por múltiples razones familiares, meriendan y cenan solos. Si su escuela ha compactado en las mañanas el horario de las clases, también comen en soledad al mediodía: hay un plato de pasta en la nevera.

Esta circunstancia, que no es raro extender a unos fines de semana en los que los papás estarán muy cansados y no tendrán tiempo para hacer algo con sus hijos, está considerada un factor precipitante, potenciador o incluso causante de los graves trastornos alimentarios que afectan a la población catalana de 10 a 17 años. "Comer en soledad, sin ningún familiar que le acompañe, es un factor de riesgo para que se agrave o precipite una anorexia nerviosa restrictiva o una bulímia en un niño", afirma la psiquiatra Teia Plana, adscrita a la unidad de psiquiatría infantil en el Hospital Clínic.

Estando mentalmente sano, propiciar a diario que un menor de 11 o 12 años seleccione en la nevera la merienda y la cena que deglutirá sin levantar la vista del portátil o la tele, también es visto como una conducta inadecuada. "No acompañar a un niño en ninguna comida del día, ni tampoco el fin de semana, está considerado una negligencia familiar -asegura Anna Sintes, psicóloga clínica en el Hospital de Sant Joan de Déu, de Esplugues-. Si ese chico o chica sufre un trastorno alimentario, la soledad es un factor de riesgo de empeoramiento. Una niña bulímica sola en casa arrasa la nevera".

DISPARADOR DE ATRACONES

Parte del tratamiento que se pauta a los menores que sufren anorexia nerviosa -negación o miedo a comer- o bulimia -empachos desmesurados seguidos de vómitos- consiste precisamente en el compromiso paterno de hacer, como mínimo, una comida al día todos juntos en la mesa. "La soledad es un disparador de atracones que después han de compensar haciendo mucho ejercicio físico o tomando las pastillas que no deberían", afirma la psicóloga Sandra Gussinyer, miembro del conectivo Nens en Moviment. Cuando no se produce esa ‘compensación’ después del atracón, advierte la psicóloga, a corto plazo ese niño sufre obesidad, enfermedad tan peligrosa como la restricción alimentaria.

"Aceptar que el niño coma o cene solo todos los días, y que pase las tardes en casa sin ninguna compañía es una desatención familiar muy grave que no necesariamente es consecuencia de la pobreza -afirma Sintes-: tanto sucede a hijos de altos ejecutivos, como a los de un taxista que trabaja 16 horas al día".

Quien acaba de tener un hijo se mentaliza de que deberá dedicar un tiempo diario a estar con él, pero esa toma de conciencia se suele suavizar cuando el pequeño cumple una edad que se cuenta en dos dígitos. "A nadie se le ocurriría dejar que un niño de 2 años se organice las cenas, pero sí se ve aceptable hacerlo así cuando cumple los 10, aunque es igualmente grave", añade Gussinyer. "Tal vez es injusto clasificar como negligente a una familia que es víctima de un ritmo de vida que no controlan -puntualiza-. Pero es un hecho que cuando un adolescente pasa las tardes solo, aburrido y enganchado a la tableta, abrir la nevera y acaba con lo que haya le proporciona un cierto bienestar".

"No es por poberza. Sucede tanto a hijos de altos ejecutivos como a los de un taxista que trabaja 16 horas al día".

Aunque la obesidad no está definida como una enfermedad mental, los niños que sufren esa grave alteración del peso corporal sí están en riesgo de desarrollar un trastorno alimentario, una patología psíquica, advierte la psiquiatra Teia Plana. "Sufrir obesidad a los 10 o 12 años es un factor de riesgo para desarrollar anorexia, en especial si nadie está con ellos cuando comen -exlica Plana-. Empiezan a hacer dietas y, si pierden peso, se obsesionan con el adelgazamiento. Deciden qué comida del día se saltarán. Y pierden el control". Comer en familia, en un entorno agradable y teniendo a los padres como ejemplo, es un preventivo de todo esto, asegura Plana.

CONTRATO DE COMPAÑÍA

"En los hospitales de día de trastornos alimentarios de Catalunya [donde los menores, graves, permanecen en horario escolar] los padres deben firmar un contrato comprometiéndose a que cuando su hijo esté con ellos, fuera del centro, no permanecerá solo ni un momento -asegura Gussinyer-. Si no firman, no se llevan a su hijo. Han de organizarse. El acompañamiento familiar forma parte de la prescripción médica".

Compartir horas con los padres es un requisito ineludible del desarrollo mental sano de los niños, coinciden las especialistas. "Todos los días, como mínimo una comida juntos, más de lo fines de semana", propone Sintes. "La función de la comida en familia no es solo alimenticia -añade la psiquiatra Plana-. Es una forma de evitar trastornos graves".

Los trastornos alimentarios

1.Anorexia: dejar de comer. La anorexia nerviosa es una enfermedad mental que se suele iniciar hacia los 10 o 12 años y, en un 30% de los casos, se convierte en una alteración crónica de la alimentación. Afecta acerca del 1% de la población joven. Se traduce en una obsesión descontrolada por perder peso corporal, a la que se une una alteración en la percepción del cuerpo. Aunque cada vez están más delgadas [la mayoría son chicas] no se perciben así al mirarse en el espejo. La pérdida de peso puede llegar a cuestionar la vida y, en cualquier caso, altera todo el desarrollo vital.

2.Bulimia: comer para vomitar. La bulimia nerviosa coincide con la anoerxa únicamente e el hecho de que es un trastorno psíquico vinculado a la alimentación. Lo que en la anorexia es control absoluto de lo que se come, en la bulimia es descontrol y desmesura: atracones de todo lo que se encuentra en casa, para acto seguido vomitarlo de forma igualmente compulsiva y dañina. La bulimia afecta a un 2% de los jóvenes. Su resolución es algo más sencilla que la de la anorexia, aunque una proporción de afectados también se cronifican. Los vómitos destruyen la capa protectora de los dientes, que quedan oscurecidos.

3.Atracones inclasificables. Los trastornos alimentarios clasifican a un tercer grupo, cada vez más difuso, que se suelen denominar 'inespecíficos' y que consisten en atracones de comida desmesurados pero muy eventuales, u obsesiones corporales que llevan a mantener conductas alimentarias muy extravagantes. Estas enfermedades mentales -así constan las tres citadas en los manuales oficiales de Psiquiatría- se consideran graves. Alteran al unísono al desarrollo psíquico y fisiológico, y están considerasdas de difícil resolución. En muchas ocasiones, se transmiten de madres a hijas.

4.Comer lo mismo que toda la familia. Excepto cuando está enfermo, el niño que se sienta en la mesa con su familia dispuesto a comer debería tomar del mismo menú que el resto. Dietistas y psicólogos desaconsejan preparar platos especiales más del gusto infantil. Lo consideran una mala educación nutricional y personal, y una forma de impedir que el pequeño se habitúe a todo tipo de sabores y circunstancias. En caso de rechazo ante un determinado alimento, sugieren introducirlo en pequeñas porciones, pero no cambiarlo por otra cosa. "Si un día el niño no cena, no pasa nada", aseguran.